miércoles, 20 de abril de 2016

Cerro del Hierro (Parque Natural Sierra Norte de Sevilla)

Viajar un lunes cualquiera a un destino habitualmente tranquilo conlleva vivir experiencias diferentes. Es una buena manera de empaparse del ritmo tranquilo de los pueblos, de sus gentes, de sus costumbres. Por lo que aprovechando unos días sueltos de vacaciones puse rumbo a la Sierra Norte de Sevilla un soleado lunes del mes de Abril. Casi veinte municipios componen esta comarca andaluza en plena Sierra Morena.
Mi ruta comenzó en Montilla pasadas las nueve y media de la mañana, y buscando la A-4 o Autovía de Andalucía, a través de la A-386 que me llevó a la incorporación comúnmente llamada Venta del Empalme (40 Km aproximadamente), continuando por Autovía hasta la salida 482 (otros 40 km mas o menos). En el camino uno va disfrutando de las vistas que ofrece la campiña cordobesa, con un sol radiante y una temperatura primaveral estupenda para trapichear sin obligación ninguna, mas que la de viajar por placer. A pocos kilómetros de la salida y vehiculando por la A-456 me topé con el municipio de La Campana  (5.451 habitantes), allí paré para estirar las piernas y palpar de primera mano la rutina de un pueblo que se maneja entre el trapicheo de la Autovía y la tranquilidad de saberse cerca de uno de los macizos mas importantes de la Península Ibérica. 

Convento de San Sebastian (La Campana)

Quince minutos después, dirección hacia el Norte y siguiendo por la A-456 llegué a Lora del Río, que reposa en una especie de meandro del Rio Guadalquivir. Lora de Rio. Con cerca de veinte mil habitantes, se muestra con edificios señoriales y con ritmo ajetreado que nada tiene que ver con la vecina La Campana. Su situación en plena Vega y a los pies del Parque Natural la dota de un lugar estratégico. Y de Lora, a Constantina ya en pleno Parque Natural. 

Puente de Hierro sobre el Guadalquivir Con Lora del Rio al fondo



Compañia constructora del puente
En el trayecto de media hora (29 Km), uno va ascendiendo a la par que disfrutando de la vegetación de encinas y alcornoques, de ganaderías de toros de lidia, de rebaños de ovejas, de cabras, de riachuelos, y de una paz y tranquilidad maravillosas. El sol apretaba de lo lindo invitándome a bajar la ventanilla y respirar aire puro.
Constantina espera al visitante con su castillo observándolo todo, con una mezcla diferente del jaleo de sus gentes en la mañana de un lunes cualquiera y con el sello inconfundible de pueblo de sierra, que cuenta con oficina de información de turismo, con albergue juvenil, o con unas pocas de rutas de senderismo por el parque que comienzan en el mismo centro del pueblo.
Mi destino estaba cerca, y tras continuar vehiculando por la A-456 durante algunos kilómetros, tomé la comarcal SE-163 hasta llegar al indicador de “Cerro del Hierro”, un kilómetro y medio después entraba en el pequeño poblado de poco mas de cien habitantes y que recuerda la disposición arquitectónica de su pasado ingles en sus apenas dos calles y plaza central. En la explanada de la antigua cantina  donde ahora hay un parking dejé el coche para comenzar a caminar a través de la senda que lleva desde el pequeño poblado hasta las minas de hierro. Todo estaba desierto en el poblado, como si las pocas familias que residen allí estuviesen ausentes. Tras orientarme por las señales que marcan la senda de vía verde, comencé a ascender por un sendero que llevaba hasta las minas. Fue entonces cuando me cruce con un hombre mayor, supongo que andaba cerca de los ochenta años, y con el converse un ratito. Tiempo en el que me explicó con melancolía el pasadote aquel lugar.
Más de sesenta años llevaba residiendo allí, en el poblado, desde que llegó con catorce años fue minero hasta que a mediados de los ochenta la mina cerró.
-“Ya no era rentable, costaba mas mandar el hierro a Valencia que lo que les costaba traerlo de fuera”. “Esto viene de los romanos, y los moros, pero los que les dieron vida a toda esta zona fueron los ingleses, luego pasó por manos de una compañía de Santander y acabó la cosa con los de aquí”. “Y ahora ya nada, con lo del turismo, viene gente, pero esto es una pena, y mira que ahí hay hierro todavía pero esto ya no lo quiere nadie”. Aquí llegué con catorce años, aquí he vivido toda mi vida, y aquí espero el día de irme para abajo”

La charlita con aquel abuelete con bastón de bastón en mano fue muy agradable, en pocos minutos que adentraba en el mundo de aquella mina de hierro a cielo abierto que a través de los años ha ido moldeando un paisaje particular, diferente al de otras minas a cielo abierto que yo haya podido ver. También me ubicaba y señalaba donde estaban las casa de los ingenieros ingleses, la iglesia inglesa del poblado, las escombreras, las cuadras de los mulos que servían para acarrear el hierro hasta las torvas donde se cargaban los vagones de los trenes que transportaban el hierro hasta el Puerto de Sevilla. Su mirada melancólica y eterna mostraba un tiempo de abundancia y de duro trabajo.
Luego y tras despedirme agradecido de él, comencé un recorrido por las sendas que llevan hasta las entrañas de la antigua mina, paseando por el laberinto  de lápices y agujas que forman las rocas de caliza, formaciones kársticas bajo las que se esconden las minas. La soledad del lugar, las ráfagas de viento, las aves y pajarillos que habitan el entorno, las perforaciones a cielo abierto con túneles que comunican unas con otras, el color rojizo de la tierra decorada de una especie de moho natural… Y todo ello en plena Sierra Morena, en pleno pulmón de Sierra Morena.
Tras pasear, y disfrutar del entorno volví al poblado con la intención de refrescarme en la cantina. Pero estaba cerrada, con lo que tuve que hacerlo en una fuente en la plaza, donde dos mujeres mayores charlaban a la par que tendían la ropa, mostrando así las únicas señales de humanidad  que pude encontrar.

Ruinas de las cuadras de los mulos que transportaban el hierro

Restos de las viviendas de los ingenieros ingleses

Iglesia y escuela del poblado

Mina a cielo abierto de hierro

Paisaje de lápices y agujas
Paisaje de lápices y agujas

Tras un par de horas retrocediendo en el tiempo a la par que trapicheando por allí, tomé nuevamente dirección a Lora del Rio, luego en lugar de buscar la A-4 para volver por el camino andado en la ida tomé la antigua Nacional Sevilla-Córdoba o A-431 dirección Palma del Río, pasando por El Priorato, Vegas de Almenara (donde entre para visitar el pequeño poblado), y Peñaflor hasta llegar a Palma del Río donde sus campos de naranjos me señalaban que iba por el camino indicado. El paisaje ya había cambiado considerablemente, atrás quedaba la sierra, ahora andaba por la Vega del Guadalquivir y aun quedaría la Campiña cordobesa a mi paso por La Carlota, la Aldea Quintana o San Sebastián de los Ballesteros, hasta llegar a Montilla, disfrutando así de un Lunes cualquiera de primavera en la Andalucía interior al amparo del gran Rio Guadalquivir.

Calle principal de Ventas de Almenara


Puente sobre el Guadalquivir cerca de Palma del Rio


Notas.

Montilla – Constantina 136 Km.
Por La Rambla, Ecija, La Campana y Lora del Río

Constantina – Montilla  124 Km
Por Palma del Rio, La Carlota, La Rambla

Parque Natural de la Sierra Norte de Sevilla
Sierra Morena Atlántica.
Dehesas de Sierra Morena
A izquierdas, Parque Natural de Sierra de Aracena y Picos de Aroche (Huelva)
A derechas, Parque Natural de Hornachuelos.
Extensión. 177.484 ha. Compuesto por diez municipios
(www.sierranortedesevilla.es)


Minas del Cerro del Hierro.  (Monumento Natural de Andalucía)
Explotación.
William Baird Mining and Co. Ltd (Glasgow)  1893-1946
Nueva Montaña Quijano (Santander)   1946-1970
Cerro del Hierro S.A.   1970-1978
Cooperativa Minera Cerro del Hierro   1980-1985

(www.minasdesierramorena.es)

martes, 8 de marzo de 2016

Ámsterdam, Ámsterdam y cien veces Ámsterdam




A LA QUINTA NO VA LA VENCIDA.

Viaje a Ámsterdam, Zaans Schans y Delft
Finales de Febrero 2016.


En Plaza Dam

BARRUNTANDO.

Dice una frase muy manida que las cosas se presentan cuando uno menos espera. Y quizás por esa frase tan manida, como digo, pero real a mas no poder, y sin esperarlo me vi no hace muchas fechas en Ámsterdam.
Como ya sabéis mi chica, tiene una amiga, que tiene unas amigas, que tras el primer viaje de amigas a Dublín, se autoproclamaron como las Molly Malone. Bueno pues ahora las Molly Malone han dado un pasito más y han querido dejar de ser un grupo de chicas locas que viajan por Europa, para incorporar a los chicos a los viajes. Y así, estando tranquilamente fumándome un cigarrito junto a Pepe y Matías, en el patio de la casa de este último, las chicas ya habían tomado la decisión de cual sería el segundo destino del grupo en su corta e intensa historia.

A mi personalmente me tocaron donde más me duele, en forma de invitación para hacer de cicerón por las tierras del norte. Un poco sorprendido dí mi consentimiento y a partir de ese momento comencé a recopilar mapas, planos, apuntes, ojeadas por el Google Maps, a consultar guías… Y todo ello, en el sofá con la mesa pequeña a mis pies, llena de documentación y soñando entre despierto y medio durmiendo a altas horas de a noche. Más de una noche me quedé durmiendo entre canales, jardines o bicicletas.


Las caras y frases que exclamaban mis conocidos a enterarse de mi quinto viaje a la ciudad de los canales, no cabría en estos textos, pero sin duda os las podéis imaginar. Algunos incluso me tachan de ser algo cansino, pero sin duda la mas castigada en esos días previos al viaje, fue mi Carmela, que tuvo que aguantarme cada vez que me daba el subidón preparando el viaje, y le narraba las rutas o visitas que tenía en mi cabeza. Eso sí, también sabía que tanto aguante tendría sus beneficios.

Planificando

OLE Y OLE HOLANDA, HOLANDA YA SE VE.

Y tirando de refranero, y de esa frase que viene a decir que “hambre que espera altura, no es hambre”, pues llegó el  25 de febrero, jueves por cierto, y a eso de las tres y algo de la tarde la expedición de las Molley Malone, partían para la capital de la Costa del Sol, donde a las siete y media tomaríamos el vuelo para Ámsterdam. Con los nervios y todas esas cosas, Matías sabedor de que el cristal delantero de su bólido daba problemas, olvidó tal detalle y al bajar este, para preguntar, la ventanilla  ya no volvió a subir del todo. Un pequeño y mínimo incidente que creó las primeras dudas de la expedición.
Pero nada que ver con el viajecito. Desperdigados caímos en los asientos del avión, yo concretamente junto a Inmaculada, al final del mismo y con un asiento vacío que nos separaba. Pero la traca gorda estaba justamente detrás de nosotros. Y para ser más exactos, detrás de mi. Una señora, por llamarla educadamente, con una borrachera como un piano, no paró de darme por culito en todo el vuelo, mientras que la pija de pelo canoso, que supuestamente era su pareja, no dejaba de reprocharle su comportamiento tan chavacanero. Eso si, entre tanto lo mismo se comían los morros que se abofeteaban a palo limpio. Las dos pijas pues, vinieron a aumentar mi leyenda negra en  mis trayectos en avión. Pero no fue el único percance del vuelo, un retraso de más de media hora y el titubeo para tomar el tren correcto en Schiphol, hizo que se me tambaleara el Plan A, para llegar hasta nuestro hotel. Incluso una vez con el tren en marcha y nosotros ya dentro tuve que ir controlando horarios y barajando las opciones para no tener más imprevistos. El grupo andaba cansado pero tranquilo a la vez, sabedores de mi experiencia por esas tierras.
Al final, tomé la opción menos arriesgada, llegar directos hasta la Station Central. Sería mas larga la ruta hasta el hotel, pero nos asegurábamos llegar a un sitio transitado a altas horas de la noche. Una vez a los pies de la Station Central y en plena plaza de Statiónplein, con el Hotel Ibis a un lado y junto al espectacular aparcamiento de bicicletas, otra vez mi titubeo hizo que perdiéramos el último enlace hasta Overtoom. El grupo animado por estar ya en tierra se vio con fuerzas para ir hasta el hotel a pie, y yo no desaproveché al ocasión para atravesar el centro de Ámsterdam pasadas la una de la mañana. Solo Pilar preocupaba, a esas alturas su cabeza ya la castigaba en exceso, pero su apuesta de ir a Ámsterdam y embarcarnos a todos, le hacia tragar mecha.
Y claro, el centro de noche, con un cielo oscuro y plomizo que amenazaba al menos agua, con sus edificios señoriales iluminados por el amarillento de las farolas y las luces. A nuestro paso, la Basíliek van Sant Nicholas a lo lejos, y en plena calle Damrak el Beurs Van Berlage, o bolsa de valores, un poco mas adelante la Plaza Dam, centro neurálgico de la ciudad, y que presume de tener cerquita el Koninklijk Paleis, o Palacio Real. La Nieuwekerk, o Iglesia Nueva o el Museo de Cera Madame Tussauds, y por supuesto en el centro de la plaza el Nationaal Monument, o monumento a la libertad en memoria de los caídos en la Segunda Guerra Mundial. En ese punto la calle deja de llamarse Damrak para tomar el nombre de Rokin, y por ella llegamos hasta el Mercado de las Flores con la Muttoren, o torre de defensa de la ciudad, observándonos a nuestro paso. El chirriar de las ruedas de las maletas se mezclaban con algún timbre de bici o con algún tufo de olor a yerba, mientras que el frío mostraba sus armas como carta de presentación. Antes de entrar en Leidseplein compramos provisiones de agua, en plena Curva de Oro, aunque la noche me hizo no reconocerla. Y una vez en la plaza, Pilar, ya bastante tocada hizo oposiciones para cambiarle el nombre a la plaza y bautizarla para las Molley Malone como Potanplein. Un último esfuerzo nos llevó hasta el Hotel City Garden.
Yo personalmente flipé con el recorrido, nunca había atravesado una de las arterías de la ciudad tan tarde en la noche, el puro Centrum, con ese ambiente gélido y precioso a la vez, con los canales reflejando la ciudad y con tanta y buena compañía.
Las Molley Malone ya habían tomado Ámsterdam.

En la terminal de Málaga


En Schiphol esperando el enlace para Station Central

CENTRUM

Y hablando del centro o Centrum como lo llaman ellos, decir que es visita obligada en mis viajes a la ciudad. Ubicado junto al Jordaan, y con las atracción del Barrio Rojo, al que entramos otra vez con la noche encima por Zeedijk, tocando la Scheierstoren o torre de las lloronas, luego pasando por el Café Molley Malone donde las chicas fliparon. Seguimos la Zeedikj apreciando todo el colorido del barrio chino con el Templo Budista antes de llegar a de Waag, donde empezó todo. Este edificio que ahora alberga un restaurante en plena plaza Nieuwmark,  era el dique principal desde donde nació la ciudad. Un par de pasadas por pleno Barrio Rojo fueron suficientes para percibir la zona de vicio de la ciudad y una de las más importantes de Europa donde el sexo y la droga se mezclan con el gentío, con las luces de neón que brotan de los escaparates, con  los sexshop o los coffeshop. Y por supuesto con la Oudekerk reinando en pleno centro de ese trajín, donde el autor anónimo quiso rendir reconocimiento a las prostitutas del lugar colocando en plena entrada de la iglesia, y  a ras de suelo la mano y la teta.
El Centrum como tantos centros de otras ciudades es uno de los pulmones turísticos y económicos de la ciudad, donde el desfile de personajes y turistas dotan de vida las veinticuatro horas del día a una zona por la que me manejo bien.


La mano y la teta, de autor desconocido

De Waag
Station Central
Basiliek van Sant Nicholas

EL JORDAAN.

Como digo el Centrum y el Jordaan están condenados a entenderse, como buenos vecinos, aunque una zona y otra son bastante diferentes. El Jordaan se ha convertido también en otro punto obligado de visita. Su creación responde a la necesidad de ampliar la ciudad hacía el este, y presume de contar entre otras delicias con los cuatro canales principales. Precisamente por uno de ellos paseamos, saliendo desde Leidseplein, perdón Potanplein, para subir hacia el norte por el Prinsengracht, donde repasamos un poco de historia y nos deleitamos con el leñadorcito, luego en nuestro paseo pudimos apreciar la arquitectura de la zona, el Houseboat, o casa museo flotante el Westerker donde nos deleitamos con su interior, o con su órgano, y sobre todo con su torre que parece tocar el cielo.
El Jordaan guarda muchas mas joyas, como la casa de Anna Frank a la que por enésima vez fue imposible entrar. A cambio llegamos hasta el Torensluis, el puente más antiguo que fue torre y prisión y que curiosamente es el punto más alto de Ámsterdam sobre el nivel del mal, con nada más y nada menos que un metro y ochenta centímetros. Y todo ello con el canal Singel observando. También paseamos y entramos en el Museo del Tulipan o llegamos hasta el Hommonument, el monumento en la orilla del Singel que recuerda a los homosexuales perseguidos y asesinados en la ciudad.  Mas arriba ya al norte una de las exclusas más importantes junto a un chiringuito de pescado callejero donde mojamos, con la casa mas estrecha a lo lejos, y a pocos metros del Het Papeneiland uno de los cafés marrones más antiguos de Ámsterdam. En su segunda planta tomamos unas cervezas, no en vano estábamos en la zona conocida como la de los cerveceros, ya que en este punto se fundaron las primeras fabricas de cerveza de la ciudad. También pudimos fumar antes de rondar la Noorderkerk y volver sobre nuestros pasos para salir del barrio. Eso si, a ritmo de para y arranca ya que las chicas flipaban con los escaparates, que han hecho de estas calles y canales una de las zonas comerciales más alternativas de Ámsterdam.
Como digo el Jordaan mola, y a base de ir por allí también he conseguido manejarme bien por la zona. Podemos decir que en el Jordaan me siento cómodo.


Barcos casas flotantes en el Prinsengracht
La Westerkerk
Por el Jordaan


Casas torcidas en el Jordaan


Los Molley Malone en el Hot Papeneiland


Por el Jordaan

AVENIDA OVERTOOM.

Pero donde verdaderamente disfruto cada vez más es en mis pasadas por la Avenida Overtoom. Nuevamente he tenido cerca de la avenida el alojamiento. Un Hotel que no conocía en una calle que tampoco conocía. El Hotel City Garden en la calle Pieter Conelisz Hoofstraat. Una calle que resultó ser de las mas lujosas en sus comercios, sobre todo tiendas de ropa de primerísimas marcas internacionales.  Junto a Overtoom encontramos el Voldelpark, el parque mas grande de la ciudad con cerca de medio millón de metros cuadrados y que recibe mas de diez millones de visitantes al año, y en el que destaca a su entrada la Voldelkerk, una antigua iglesia protestante que ahora recibe actividades sociales de todo tipo. Ya en plena avenida se encuentra la librería de viajes Pied á Terre, la central de Europcar y un sinfín de comercios de todo tipo. Al otro lado de la avenida contraria al parque y callejeando un par de minutos se encuentra el canal Jacob Van Lennepkade donde transcurre parte de la vida de Dorian.
Además la avenida se encuentra a pocos metros de Leidseplein y a pocos minutos de Museumplein y del barrio de De Pijp. Como digo en esta ocasión he avanzado mi recorrido por Nieuw-West o nuevo oeste y he tenido el privilegio de amanecer con el parque y la iglesia a mi vista sin apenas levantarme de la cana, toda una pasada.
Pero para pasada, los acontecimientos vividos en la noche del domingo con la avenida como testigo. Os cuento.

Domingo noche, llegamos al hotel tocados tras la visita a Zaanse Schans, y con anterioridad al Rijkmuseum. El frio acumulado en el cuerpo ya estaba haciendo efecto. Al bajón de Pilar la primera noche, había seguido unas leves quemaduras en mis rodillas y pantorrillas, las quemaduras en los labios de Pepe o en el cuello de Matias. También Carmen ya había pagado la factura del clima invernal de estas tierras, y Mar, aunque aún no lo sabía, estaba ya condenada también, con lo cual solo Inmaculada se mantenía entera. Eso sí, algo alterada por lo rifirrafes que iba acumulando a lo largo del viaje. Recuerdo el atranque en la caja del Supermarqt, donde montó el show por no dejarla pagar en efectivo. Luego también atrancó en el guardarropa del Rikjmuseum, donde defendió a capa y espada mantener su mochila colgada a sus espaldas en su recorrido por el museo. Luego remató la faena en el Hema, el super donde almorzamos antes de partir para el pueblecito de los molinos. Allí también arremetió contra la dependienta de la cafetería,  que osó  cogerle el bocata con las manos. Así pues, digamos que ese era el parte de guerra de las Molley Malone y sus acompañantes.
Tras zumbar de Zaanse Schans, llegar Ámsterdam y pinchar los bólidos a la primera en la misma puerta del hotel, (siempre que aparco a la primera esta Carmen cerca), nos dispusimos a dar la última noche en Ámsterdam. Desechamos trapichear por el centro y nos aferramos al De Balie que tan bien había funcionado las dos tardes anteriores. Pero una Inmaculada rebelde dejó caer con voz pausada un mensaje que a pocos alertó. “Otra vez vamos a ir ahí, vamos a cambiar que eso ya esta muy visto”. Yo siempre atento a Inmaculada cogí el mensaje al vuelo, y animé a la expedición a trapichear por Overtoom. Pero nuestras ganas de cerveza y sobre todo de protegernos del frio, nos hizo afinar la vista y cruzar la avenida al reclamo de un luminoso de Amstel. La avanzadilla de los chicos nos plantamos en el ventanal del café y pudimos divisar en el interior una gran mesa rectangular de madera (dato que ratificó Matias). A la llegada de las chicas segundos después, decidimos entrar en el café para asaltar la magnifica mesa de madera (según Matias), que mirando por lo alto de las gafas radiografió el local mientras que el resto de la cuadrilla andaba titubeante hacia la mesa. Pilar se detuvo a medio camino para sobar un gato de color claro de campaba a sus anchas por el café.
Era como si el destino tuviese reservada esa mesa para nosotros. La primera cerveza cayó al paso, bajo una lámpara con mucha mierda (dato que pasó desapercibido para los chicos) y con Inmaculada unida al grupo cervecero. La segunda tuvo ritmos diferentes, hubo quién le dio continuidad galopante a la primera y quien decidió tomarse la cosa con mas reposo. En la tercera entraron las dudas, ya que Inmaculada demandaba unas avellanitas y el personal dudaba entre pedir algo de comer y comer en otro lugar. A esas alturas el gato ya había desfilado delante de nosotros y ya se encontraba en su canasta descansando. El razonamiento por el que la lámpara no se podía limpiar ya que se podía romper también había levantado debate, y yo, que percibía que aquello iba para largo, empecé a escribir dedicatorias en el dorso de los posa vasos. Mis suposiciones se iban haciendo realidad cuando aparecieron en la mesa unas albóndigas. Estábamos a gusto, y yo mas. Estábamos en un café marrón, en Overtoon una de las arterias principales de Ámsterdam, bebiendo cerveza como cabrones y rodeado de buena charla y mejor gente.
Las rondas seguían llegando y el personal desinhibido comenzó a contar historias. Que si el servicio era demasiado pequeño para Pilar cuando entraba a echar una meadilla… que si otro que había reducido a Hull a base de ostias… que si a otro le habían metido un canuto por el culo… Que si Mar abraza a Carmen y se besan.
Reflexión, exposición de un tema:
Yo le regalo a Mar un posa vasos dedicado, que le gusta tanto que abraza y besa Carmen.
Reflexión: A estas alturas llevábamos cerca de litro de cerveza por cabeza.
Risas, carcajadas, textos en posa vasos, dibujitos en posa vasos y sobre todo cervezas y albóndigas, muchas albóndigas, albondigas de diferentes sabores y colores. Y mientras todo aquello sucedía Inmaculada iba barruntando en su interior algo maravilloso. Tras dejar mas de cien euros en el  Café Helmers y cruzar Overtoom entramos en un Domino´s Pizza.
Hasta qui todo normal, sábado noche en Ámsterdam y un grupo de españoles que entran a comer pizza.
Pero Inmaculada sintió que aquella pizzería italiana era el Teatro de los Sueños de Shakespeare y cobro vida en una de sus obras míticas. Las mujeres de Shakespeare. Inmaculada liberada de la prisión que suponía el zulo de la habitación del hotel, y la persecución que estaba sufriendo a lo largo de los días, comenzó su transformación. Y sin ningún tipo de complejos, gritó, amenazó, retó con la mirada, incluso montó a caballo. En este punto tuvo que parar la representación, ya que Pilar y Carmen, el caballo en si, no eran capaces de aguantar el ritmo frenético de Inmaculada que acabó un par de minutos después, rindiendo a sus pies con continuados aplausos tanto a nosotros, sus compañeros de viaje, como a los jóvenes empelados del local que con cara de incrédulos se unieron a la ovación.
Era de esas noches que uno no quiere que toquen fin, y por ello en un improvisado botellón en el hall del hotel, continuamos con las risas a las que se unieron el Solanillo, el Ambrosio, hijo de Miguel el Ciego o el Americano entre otros. Además de vivir dos momentos míticos, como cuando Pepe confesó que una simple meadilla suya,  había desencadenado una pelea entre un colega y un cani. O   ver a Inmaculada en una foto (como nó) posando de azul sobre una alfombra roja, como toda una diva. Incluso el recepcionista del hotel nos tuvo que hacer callar en una ocasión.
Por cierto, un hotel al que entramos buscando cucarachas e incluso ratas y del que salimos contentos, sobre todo Matias, que flipaba cuando le devolvieron cuatrocientos eurazos.
Entenderéis ahora como Overtoom ha pasado a ser uno de mis sitios preferidos de la ciudad.

Canal Jacob van Lennepkade cerca de Overtoom

En la avenida Overtoom



Cervecitas en el Café Helmers
DE PIJP

Y de Overtoom a De Pijp, este barrio ha sido un descubrimiento reciente, pero satisfactorio. En un principio estaba en el Plan B, pero las apetencias de Matias y Pepe (vaya dos, nervio y reposo) de visitar el Heineken Experience nos hizo llegar hasta el barrio. Entramos desde el hotel por Museumplein y cruzamos hasta entrar en el mismo  barrio y buscar el Heineken Experience. Una vez los chicos colocados, decidí volver al mercado de Albert Cuyper, pero en esta ocasión acompañado de las Molley Malone, Anduvimos el mercado casi en su kilómetro y algo cansados y con frío decidimos entrar en el Café Koffiehuis para tomarnos un chocolate caliente, y para que las chicas se invitasen a mear unas a otras.
No pudimos entrar algo mas en el barrio, para visitar el Banco Central de Holanda, los edificios de porción de tarta o el Sarphatipark, pero a cambio pasamos por Marie Heinekenplein, una plaza semicircular que no conocía. Y pudimos disfrutar, eso si con frio, del palpitar de la ciudad en la tarde noche de un viernes. Lo hicimos mientras esperábamos a Pepe y Matias a la salida del Heineken Experience, aquellos veinte minutos largos fueron una exposición al frio, que en algunos pasó factura. Pero fue una pasada ver desde aquella esquina el desfile de personas en bicicleta que se agolpaban en el semáforo para luego salir como una bandada de pajaros en el cielo. Delante de nosotros desfilaron personas mayores, jóvenes hablando por el móbil o mandando WhatsApp. Pequeños protegidos por sus padres, diferentes vestimentas o peinados, y todos ellos pedaleando sobre bicicletas de todas las medidas y modelos. Parejas de enamorados pedaleando como digo y hablando a la vez. Un verdadero arte, dar normalidad a ese gélido clima del norte en invierno sobre una bicicleta.
En esta ocasión mis pasos por De Pijp (la pipa) han sido cortos pero he descubierto cositas nuevas como la plaza o el café.

Pepe y Matias en la entrada del Heineken Experince.



En el mercado de Albert Cuyper

LINNAEUSSTRAAT y MIDDENWEG

Estas dos avenidas son la columna vertebral de Oost, o barrio este de Ámsterdam. También andaba en el Plan B, pero decidí llegar hasta allí, para comer algo tras salir del Rijkmuseum y poner rumbo a Zaanse Schans. Siendo avenidas amplias y ya alejadas del centro mis sospechas de poder aparcar o comer sin muchos problemas se confirmaron. Y justamente en el punto que separan ambas avenidas y tras aparcar casi a la primera en el canal Ringvart, entramos en el super Hema para comer algo en la cafetería. El destino me había llevado sin esperarlo a la vieja fabrica donde se encuentra el gimnasio Sport World Ámsterdam. Luego ya en el coche y atravesando Middenweg pasamos junto al Frankendael Park. La ubicación del final de la avenida cerca de la autopista que circunvalación de Ámsterdam nos ayudó a dejar el Oost sin problemas.
Al otro extremo y al comienzo de Linnaeusstraat se encuentra el Oosterpark y la entrada a los canales de Entrepot-dok con sus almacenes rehabilitados en viviendas, pero eso queda para otra.
Como digo también me manejo mas o menos bien por el Oost, siendo este un recurso algo segundón pero que casi siempre da buenos resultados. Pudiendo disfrutar de parques, avenidas amplias y largas y su buena ubicación . Y sobre todo de una arquitectura que es bastante diferente al Jordaan o el Centrum.

Vieja fabrica reconvertida en Gimnasio

Canal Ringvart
LEIDSEPLEIN.

Seguro que a Pilar no se le olvidara esta plaza, ya bautizada oficialmente para las Molley Malone como Potanplein. Ni tampoco a Pilar y al grupo el leñadorcito al que tanto cariño le cogimos. Pero Potanplein es mucho más, es un punto neurálgico de la ciudad, que guarda edificios señoriales e històricos como el Hotel Ámsterdam America,  el Holland Casino, o los teatros  Bellevue o DeLaMar. También es confluencias de líneas de tranvías, rodeada de cafés, restaurantes, pub y establecimientos de comida rápida. Y todo ello con el señorío y la pena de otro edificio insignia, el Stadsschouwburg, el teatro que vivió de forma real uno de los capítulos mas tristes de la historia de la humanidad que en Ámsterdam se cebo de forma intensa. Este edificio sirvió como punto para reclutar y deportar a los judíos de la ciudad bajo el régimen nazi.
Pero sin duda el punto de Potanplein que mas me gusta tiene nombre y apellidos, Café DeBalie. Otro teatro, ahora reconvertido en sala de exposiciones, conferencias y cine. Y donde en su restaurante cafetería tomamos unas cervecitas al amparo de una bonita decoración, descansando y asimilando todas las experiencias acumuladas en nuestro viaje, en un magnifico sofá, mientras que un gato negro paseaba tranquilamente junto a nosotros.
Y es que en Leidseplein todo se mezcla, juventud, con bicicletas, tranvías que vienen y van, arquitectura y vegetación, y las cervezas del DeBalie. Quien sabe, quizás el escultor anónimo del leñadorcito dio forma a su obra sentado en el sofá del DeBalie, mientras acariciaba al gato negro y disfrutaba de una cerveza…

El leñadorcito en Leidseplein.

Cervecitas en el Café De Balie.
Entrando a Leidseplein a la caida de la tarde
Cafe De Balie
SPUI

Otra plaza, o mas bien placita que coge cerca de Leidseplein. Entre una y otra los cuatro canales que forman el anillo de estos. Pero Spui es otra cosa, es una placita tranquila que alberga la Oude Lutherse Kerk, o vieja iglesia luterana, donde en su plaza las temporadas estivales los pintores y libreros de segunda mano convierten el recinto en uno de los puntos bohemios de la ciudad. Nosotros tuvimos que conformarnos con visitar otra de las joyas de Spui, el Begijnhof.  Digamos que es un oasis de paz y belleza entre tanto canal y bicicleta. Guarda con recelo la capilla, o la English Church,  iglesia inglesa. También una de las dos casas de madera que siguen en pie tras el incendio que arrasó la ciudad. Pero sobre todo lo que más emociona es lo que transmite el recinto de jardines bien cuidados, con sus casitas rodeándolos y donde la vida cobra una normalidad deseada, con niños pequeños saludando a los visitantes, por ejemplo.
Del Begijnhof salimos por su parte trasera que engancha con Rokin y que despide al visitantes con un ramillete de casas totalmente inclinadas.
Spui es la puerta de entrada al Centrum y por ello también tiene cerca el Bloemenmarkt o Mercado de las Flores, con la atenta mirada de la Munttoren, antigua fabrica de la moneda de la ciudad.
En el Mercado de las Flores nuevamente nos expusimos de forma arriesgada al frio, en nuestro lento transitar entre puesto y puesto regalamos demasiadas calorías a la par que rebuscábamos entre flores, bulbos y semillas.
Ese mismo frío fue el que nos aceleró para tomar algo caliente, y como Spui esta cerca del Mercado de las Flores y este de la Curva de Oro, pues todo es un paseo. En plena Curva de Oro a los pies de las grandes mansiones de los mercaderes del Siglo de Oro Holandés, nosotros recuperamos calorías con chocolatito y nata en el  Restaurant P.King en la confluencia del canal Herengracht con la calle Vijzelstraat. Y donde una Inmaculada muy creadora invento la remeada.
Cerquita de Spui y todo lo mentado también se encuentra el Plaza Magna, que como tributo a estar en el centro tiene que mirar a las espaldas del Palacio Real, la Plaza Dam o la Iglesia Nueva. Pero el Plaza Magna tiene un punto especial entre tanto palacio y tanta iglesia. Fátima, la maricona, lo dijo el, afgana que disparó el punto de carcajadas y de risas del grupo. Nosotros a esas alturas estábamos en el hotel intentando recuperar a Carmen que ya había caído también.


Jardines del Begijnhof
Bloemenmark

La Muttoren a los pies del Mercado de las Flores
Puestos del Mercado de las Flores sobre el Singel

REMBRANDTPLEIN  Y WATERLLOPLEIN

Y como estamos de placitas, pues ahora tiramos para el Oeste y paramos en Rembrandtplein. Estamos entrando en la zona gay, y las banderas arco iris se dejan ver. Pero la atención de la plaza se la lleva la ronda de noche, o de día, que a pie de suelo recibe al visitante invintándole a mezclarse entre la tropa.
Y mirando atrás dejamos a la tropa, para cambiar la mirada y enfilar Waterlooplein por el Blauwbrug. El puente parisino que brinda unas vistas preciosas del Amstel entrando al Centrum. Mirando al  sur, las tranquilas aguas del  río reflejan el Hermitage, el Teatro Carre o el Hotel Intercontinental. Y por supuesto el MagereBrug o puente de los enamorados, Uno de los puentes mas bonitos y famosos de la cuidad.
Cambiando la mirada y mirando al norte nos encontramos con el Stopera. Es decir el Ayuntamiento y el edificio Nacional de la Opera y Ballet, todo en uno. Y a espaldas del Stopera, la zona mas viva de la plaza, y es que estamos en pleno barrio judío. Con el Museo Histórico Judío, el mercado callejero de Waterlooplein, la Casa Museo de Rembrandt, o la casita de dos plantas del 1695 a los pies del canal, a la que nos costó entrar y que tras compartir unas cervezas y pataticas también nos costó salir. Antes de hacerlo disfrutamos desde la parte posterior de la casita, de las vistas del  canal Oudeschans con la Montelbaanstoren al fondo. También trapicheamos por el puente levadizo sobre el canal  Herengracht, donde mi Carmela se transformó en león con su gorro de pelo.
Por la zona de la plaza tuvimos que comer, cometiendo el error de hacerlo en plena calle, volviéndonos a exponer nuevamente al frio. Hubo que tirar otra vez del plan B, ya que mi programación se vio alterada al llegar a la plaza y ver como en parte estaba tomada por la policía que se desplegaba para sostener una manifestación por el rollo islámico.
Y eso nos hizo salir de Waterlooplein rodeando el centro y apareciendo en la Station Central por la zona del Nemo, el Museo de la Ciencia con forma de barco, que llamo la atención del grupo. El ritmo que metimos fue algo elevado ya que teníamos que enlazar para llegar con hora al Museo de los Diamantes, pero la traca tuvo su recompensa.  Que no fue otra que pasar por la impresionante fachada del Scheepvaarthuis, o Casa de las Compañias Maritimas, al parecer su forma de proa fue el resultado de la primera construcción de la escuela de Ámsterdam. Ahora alberga el hotel de lujo Grand Hotel Amrath Ámsterdam de cinco estrellas.

En Rembrandtplein

El canal Oudeschans con la Montelbaanstoren al fondo.
Con el Herengracht al fondo
Con el Blauwbrug de fondo
Casita donde cayeron unas cervecitas

Grand Hotel Amrath Amsterdam
Torre de las Lloronas


Museo Historia Judio a los pies del mercado

MUSEUMPLEIN

Y para rematar por las plazas que han caído en esta ocasión, hay que saltar a otro clásico, Museumplein. Hasta ella llegamos en dos tacadas, la primera para visitar y dar gusto a Pilar en la casa Diamant Museum. Pero me dio, que al igual que al grupo no le convenció mucho, eso si pudimos tener un primer contacto con la plaza y ver la increíble fachada del Rijkmuseum.
En nuestro segundo asalto a la plaza entramos por el  Stedelijk Museum, o Museo de Arte Contemporáneo, a un lado quedaba el Van Gogh Museum  y ya en plena plaza el estanque con restos de nieve y el logo con las letras gigantes que tanto juego dan. Y por supuesto el  Rijkmuseum  obra de arte del mismo arquitecto que la Station Central.
En el templo de los grandes maestros flamencos disfrutamos con las explicaciones de Mar que me hizo ver un museo totalmente diferente y sobre todo sentirlo. Y descubrir vaginas gigantes o niños y gatos borrachos como perras. Y es que en Ámsterdam los gatos son muy respetados, tanto como las vaginas o los borrachos.

En Museumplein

Fachada posterior del Rijkmuseum desde Museumplein

LUGARES DE ENSUEÑO.

Una costumbre que trato de compartir en mis viajes por Ámsterdam, son las salidas de la capital. En esta ocasión ha habido de todo, recordar sobre el terreno y conocer lugares nuevos. El pueblecito de los molinos nos gusto, pero fue otra dura exposición al frío, tanto como pasar por el puente sobre el Rio Zaan un par de veces. Entre molinos puentes y canales, nos negaron como a Jesucristo dos veces, la una por una holandesa mal folla, perdón, que incluso nos gritó cuando Matias y Pepe intentaron entrar en el Museo del Queso. Imaginaros la cara de ambos cuando yo llegué. Poco después en una cafetería hasta la que pude penetrar con decisión pero en la que me dieron la segunda negación. Pero Carmen y yo teníamos un as en la manga, con mierda, con poca luz, pero que era nuestra ultima esperanza. Y poniendo rumbo al antro, Matias sacó unas galletitas sorpresa que compartió con su amada, y con el resto de la cuadrilla. Mientras Inmaculada veía como se le escapaba un decorado de ensueño para reventar su cámara y su móvil a fotos, y en un receso nos trinco a Pepe y a mi para que la fusiláramos a fotos dentro de un zanco amarillo gigante., mientras tiritábamos de frío.
Y el as de la manga se convirtió en antro y allí nos recibieron como reciben los holandeses, con indeferéncia ante el turista osado que  se atreve a visitar su tierra en pleno invierno. Otra mesa grande teníamos a tiro, pero unas ollas y platos con comida nos hacían dudar. Y poco a poco fuimos conquistando aquel antro y en poco rato la olla había desparecido y nosotros habíamos dejado la barra para pinchar nuestra bandera, de abrigos, gorros, mochilas y móviles  en la ansiada meseta que suponía ser aquella mesa. Al calor de las cervezas y cafés cantamos el himno de Andalucía, reímos otra vez e incluso remeamos.
Y allí y rodeados de mierda, y con poca luz, nos recuperamos de otra envestida de frío y pusimos rumbo a Ámsterdam. Por ello este viaje a Zaanse Schans ha sido una experiencia totalmente diferente a la de hace unos años. ¿La culpa?. Vosotros.

Esta visita estaba clara y pensada. Sin embargo Delf vino con el mapa en la mano, y buscando la cercanía con Rotterdam. Rotterdam había quedado descartado rápidamente, solo hubiésemos pillado algo en caso de entrar por tren o autobús y hacerlo por el propio Rotterdam. Luego dudé entre  Leiden, La Haya, y Delft. La primera pillaba más lejos de Rotterdam y además su atractivo lo tiene en primavera con sus campos de tulipanes. La Haya, es bonita, pero es mas grande y entrar en el centro y pinchar los coches se me antojaba complicado. Y pillaba a medio camino. Delft era la mejor opción. Sabia que teníamos poco tiempo para visitar la ciudad, cuestión de hora u hora y media. Pero lo vi claro, ya habríamos andado casi todo el camino sin errores ante tanta salida. Y estaríamos a tiro del aeropuerto con poco tiempo por andar y por tanto con menos margen de error de podernos perder.
Y Delft parecía estar esperándonos, y Carmen tenía ganas por llegar y aparcar, y entonces un tranvía le esta tocando los cojones, en una vía limitada a un lado por obras y vallas y por el otro por la acera. Y de pronto, pon... y se afeita al tranvía, luego sin saber donde va y viendo al bicho por detrás y suponiendo que Matias andaba por detrás del tranvía, se acojona y se echa a un lado para que pase el tranvía amarillo casi afeitándonos. Me imagino a Matias, a la pobre Mar  ya tocadísima, y a Inmaculada en ese momento.
Poco después aparcamos a la primera pero con dudas, y para intentar despejarlas el pobre Matias con el Joluvi rojo hizo un exhaustivo reconocimiento por los alrededores. Frustrado llegó y suponiendo que no se cobraba parking hasta las doce pusimos andandito rumbo al centro de Delft. Con la tensión y los comentarios por parte de Matias de los dos acontecimientos vividos, andamos entre obras, y entre las vías del tranvía hasta llegar a una calle en la que se veía al fondo una iglesia tan ladeada en su fachada y torre, que parecía caerse de un momento a otro. Pepe volvió a insistir en montar un estudio de arquitectura en Ámsterdam. Mar aparentemente un poquito mejorada aguantaban el tirón. Inmaculada, que os voy a contar, reventando todo tipo de artilugio que echara fotos. Pilar mirando aquí y allí con paso ligero, nada que ver con el primer dia en el Jordaan.
Carmen a buen ritmo también y pidiendo foticos en los canales. Con ese ritmo entramos en la plaza del pueblo. En este punto andábamos ya un poco disueltos.
Fue una pasada entrar en aquella plaza, se me perdía la vista buscando el final de aquella torre. Y al llegar me costó controlar el espacio con el cielo. Impresionante. También precioso me pareció el Palacio de Justicia y las vistas bajas de la ciudad que se veían desde dentro de la plaza.
Pero Delft no solo lo recordaré por ese momento vivido en esa plaza. Hubo otro momento tan impactante y genial. Los dos artilugios que transportaban en bicicleta a unos pequeñito rubios que iban o venían del cole. Flipantes las minicarriolas con tolditos transparentes empujados por bicicletas guiadas  por dos chavalitas jóvenes. Que energía transmitían esas dos imágenes Creo que es el mejor resumen de lo que es Holanda.
Por eso salir de Ámsterdam es importante.


Molinos en Zaanse Schans.

En Zaanse Schans

En Zaanse Schans
Delft
Palacio de Justicia en Delft
Torre de la Iglesia Nueva en Delft
EL REGRESO.

Y ya sabéis todo lo que empieza acaba, pero si algo he aprendido con las Molley Malone es que hasta el rabo todo es toro, y sino que se lo digan a Inmaculada.
Tras llega r al  Rotterdam The Hague Airport, curioso, el aeropuerto de Rotterdam lleva el nombre de la Haya. En fin, los holandeses…
Pero a lo que voy, tras llegar al aeropuerto de Rotterdam La Haya buscamos un surtidor para repostar y dejar los bólidos igual que los habíamos recibido en Overtoom.
Podríamos decir que en eses instante, en el repostaje nos pegaron el primer susto, ya que tras repostar diez euros y pico por un lado y poco mas de doce por otro, nos cargaron en las cuentas corrientes ciento veinticinco euros por cabeza. Pero lo gordo estaba por llegar. Inmaculada dando espectáculo hasta el último momento y un poco acojonada por el volumen de su flamante maleta, comprada para la ocasión, tuvo la feliz idea de introducir esta en el habitáculo habilitado para verificar que la maleta daba las medidas para considerarse equipaje de mano. Y aunque dicen que todo lo que entra sale, durante unos minutos pensábamos que la puta maleta no saldría de aquel habitáculo. La pobre Inmaculada que había pasado en horas de ser la reina de la farándula, a una chica agobiada, se las veía y se las deseaba para recuperar su maleta, a la par que pedía ayuda al grupo. Un grupo debilitado por el cansancio, con Mar tocadísima, con Matías mirando por lo alto de las gafas, y Pilar descojonada de risa. Carmen ajena a la movida estaba en sus cosas y yo tomando buena nota de todo para luego escribirlo y contarlo. Y Pepe un hombre de paz, totalmente decidido, aunque con ritmo cansado se dirigió hacia Imnaculada y su maleta para resolver el entuerto.
En el camino aparentaba seguridad suficiente para devolverle a Inmaculada su tesoro, pero al llegar al artilugio aquel sintió en sus carnes la adversidad. Pero tras un par de intentos fallidos y un poco mosqueado pego un tirón haca arriba, con tal energía que arranco la maleta de su prisionero. Inmaculada respiró, pero el resuello le duro poco. Y el alivio se convirtió en dolor. Sentada en el banco comunitario en el que estábamos haciendo hora y con su maleta al fin a salvo, comenzó a inspeccionar aquel bulto achichotado, para descubrir un jirón de más de cuarta larga en el lomo trasero de la maleta. La mujer de Shakesperare se había convertido en un alma en pena y los lamentos en forma de frases dolorosas disparaban las rizas de algunas cabronas y los animo de los chavales.
Antes he dicho que lo gordo estaba por llegar. Mentí, ahora es cuando lo gordo estaba por llegar.
Tras deambular por aeropuerto comer y desesperarnos llego la hora de embarcar. Inmaculada encabezaba la cola de embarque con sus mochila, su maleta y una gran bolsa de de recuerdos comparada en el duty free. Tras ella el resto de expedición que en equipaje íbamos a la par. Un par de azafatas estúpidas, al pasar junto a nosotros se dirigieron a Carmen y a mi alertándonos que con tanto bártulo no entrábamos en el vuelo de Transavia. Sorprendidos quedamos nosotros que rápidamente nos salimos de la colar para reventar nuestras mochilas y maletas. En este instante perdí un poco el control del grupo que alarmado ante tal amenaza comenzó a buscarse la vida. Matias y Mar se salieron también de la cola, Pepe y Pilar aguantaron allí como pudieron, e Inmaculada nos e movió ni un solo centímetro de su privilegiada posición a pesar de haber recibido un nuevo aviso de las dos perras azafatas.
Cuando Carme y yo volvimos, Inmaculada seguía allí, mirando de un lado a otro con rostro desesperante y casi pidiendo clemencia.
Y llego la hora de picar la tarjeta de embarque y atravesar parte de la pista del aeropuerto para subir al avión. Inmculada  amagó que tiraba la toalla co una frase suplicatoria que nunca olvidaré. “Voy a ver lo que averiguo… Guardarme un sitio”. Pero un soplido de las mujeres de Shekespeare recorrió los frios aires del norte, e Inmaculada se giró y poderosa entrego su tarjeta de embarque rodeada de sus bártulos. La chica aquella le picó sin problemas y le autorizo el paso, a lo que Inmaculda correspondió con un ritmo frenético en busca del avión. Carme y yo habíamos hecho los deberes y pasamos tranquilamente, mientras que a Pepe le prohibían la entrada por llevar colgado un minúsculo bolso del hombro. Yo andaba hacia el avión y miraba a un lado y a otro.  Aquello era espectacular. Inmculada corriendo como un gamo por la pista hacia el avión, arrastrando todos sus bártulos, y Pepe escondiendo el bolso. Una vez en el avión aparecieron Mar y Matias. Y al fin todos subidos recobrábamos la normalidad.
Ya os he dicho que hasta el ramo todo es toro. Pues la normalidad se volvió a diluir cuando en el parking del Aeropuerto de Málaga, Matias encontró su coche pinchado, o cuando el propio Matias remató la faena jugándose a una carta la posibilidad de que el cristal de coche subiese hasta arriba. Salió cruz, y tras arreglar el pinchazo a velocidad de crucero pusimos rumbo a Montilla. Las Molly Malone con Pepe, hombre de paz. Y yo asumiendo mi rol de cicerón hasta el ultimo segundo con Matias y la ventanilla bajada hasta abajo. En lugar de llegar de Ámsterdam parecía que veníamos de  robar el Bando de España, con tanto gorro y chaquetón colocado sobre nuestro cansados cuerpos.

Aeropuerto de Rotterdam


TRAYECTOS, VISITAS Y EXCURSIONES.

Jueves 25 Febrero 2016.
Montilla – Ámsterdam.
Montilla – Aeropuerto de Málaga.   Coche (120 Km)
Málaga- Ámsterdam.   Avión (2000 km)

Viernes 26 Febrero.
Ámsterdam
Jordaan. Heineken Experience, Mercado Albert Cuyper, (Barrio De Pijp)
Barrio Rojo, (Centrum). Cafe DeBalie (Leidsenplein)

Sábado 27 Febrero
Ámsterdam
Begihjnof (Spui), Bloemenmark o Mercado de las Flores (Centrum), Curva de Oro, Rembrandtplein y Waterlooplein (Centrum), Diamant Museum (Museumplein)

Domingo 28 Febrero.
Ámsterdam / Zaans Schans
Rijkmuseum (Museumplein), Linneaussstrauit – Middenweg (Oost), Zaans Schans,
Cafe Helmers, Overtoom ( Nieuew West),

Lunes 29 Febrero.
Ámsterdam - Montilla
Amsterdam – Delt.  Coche (63 km)
Delft.
Delft - Aeropuerto de Rotterdam.  Coche (15 km)
Aeropuerto Rotterdam – Aeropuerto Málaga.  Avión (1850Km)
Aeropuerto Málaga- Montilla.  Coche 120 km)


RESUMIENDO, QUE DICE EL SABINA.

Volver a Ámsterdam ha sido una pasada, y hacerlo rodeado de buena gente aun más, nunca lo hubiese imaginado. El reto era importante, ya no solo valía contar las maravillas de la ciudad, ahora había que conseguir que mis acompañantes sintieran buenas sensaciones y estímulos en la ciudad.
Creo que entre todos lo hemos conseguido.
Hemos paseado entre canales, sufrido entre bicicletas, o reído hasta reventar en un café marrón holandés. Y hemos visto muchas cosas mas, torres majestuosas, museos y edificios señoriales, esculturas escondidas, parques maravillosos o hemos tomado tufos de yerba sin probarla. Hemos entrado en las entrañas del barrio rojo, del Jordaan o de Overtoom
Sin duda el frio ha condicionado este viaje, en época estival todo es mas fácil y da opciones que el invierno limita. Pero el invierno no ha hecho conocer una ciudad desconocida para mi, y creo que le hemos sacado partido. Además hemos tocado un poquito de cada barrio, llegando a estar en cinco diferentes para poder aprecia las diferencias, y hemos conocido un poquito de la Holanda que no es solo Amsterdam, con las visitas a Zaans y Delft
En fin, que no hay quinto malo, y ya sabéis si algún día vais por Ámsterdam llamarme por favor, aún hay muchas cosas que disfrutar por aquellas tierras.
Ahh. Y gracias por vuestra colaboración, me lo habéis hecho muy fácil.
Se os quiere.



OTROS DATOS.

Vuelos 180 euros ida y vuelta. (ojo con Transavia)

Hotel City Graden. Estaba bien, y bien ubicado, el desayuno era el mismo todos los dìas pero no estaba mal. Hacian las habitaciones a diario, y aunque era chico el baño estaba limpio y el resto aceptable.
La maquina de cervezas de la recepción aliviaba bastante.
120 euros por pareja y día con desayuno.

Entrada Riksmuseum. 18´50 euros.
Entrada al Heineken Experience.  17 euros.

Billete de trayecto de tranvía, 2´90 euros
Billete de carácter diario por día. 7 euros.
Los billetes se sacan en el mismo tranvía
Trayecto del aeropuerto a la Station Central. 5 euros
Precio medio de caña de cerveza, 2´50 euros
Chocolate con nata, 2´80 euros.
Bocatica de pescado típico en puesto callejero, 3´50 de media.
Paquete de tabaco, 6 euros.
Compra en el super. Algo mas caro que en Montilla.
Alquiler de coche (Europcar). Nissan Qashqai con gps 111 euros. Ford Kuga sin gps 92 euros. Por día.
Importante controlar la fianza que anda en torno de 400 euros por coche.
Mear en la calle o entrar a un una café o cervecería.`50 euros.
Importante viajar con tarjeta de crédito, muchos establecimientos no aceptan  efectivo.
Precio litro de diesel.  1´009 euros
Precio litro gasolina. 1´329 euros.