Toma de contacto
Bueno llegó el día, tras un intento fallido de salir con la Roller Aloha 420f el fin de semana
anterior, y por supuesto tras muchas horas en Internet, y al menos ocho o nueve
caravanas vistas, el viernes veinticinco de septiembre, tuvo lugar nuestra
primer salida.
Atrás quedaba la expedición a Los Rosales para comprar la Roller , por supuesto los
ensayos generales en El Molino del Toro, donde "to Santo Dios" se subió a la
misma para ojearla y de paso dar su opinión, con los niños atrincherados y
deseosos de dormir allí dentro la siesta. Con Carmela (mi chica) y Sensi (la Cuñada ) pegandose un buen
tupitón de limpieza, mientras que Juan Antonio (el cuñado) hacía algunos
ajustes de bricolage. Antes habíamos probado todas las virtudes de la Roller , aire acondicionado,
presión de la bomba de agua y los grifos, los quemadores de la hornilla de "butano" de la
cocina, la claraboya. También la
Roller pasó por el taller para verificar, o en su caso
arreglar, las zapatas de los frenos, rodamientos, etc…
Lo dicho que el viernes a las cinco menos dos minutos de la
tarde y tras colocar los espejos retrovisores salimos de la nave dirección a la Costa del Sol. Lo primero
que hicimos fue incorporarnos a la
N-331 , dirección Aguilar de la Frontera , para una vez en
la rotonda anterior a dicha localidad tomar la Autovia A-45. Vehiculando íbamos con Carmela al volante, cuando justo antes de incorporarnos a la A-45 , y tras mirar por el
retrovisor pude ver una de las ventanas de la Roller alzada. Las alarmas se encendieron
teniendo que parar y entrando en la caravana, para cerrar dicha ventana y de
paso repasar las demás. Luego y una vez en ruta tuvimos tráfico fluido hasta
las cercanías de Málaga donde la cosa cambió, entonces el tráfico se complicó
bastante, teniendo que prestar muchísima más atención, para no cometer errores
y de paso tomar la salida hacia el camping de forma correcta. Concrétamente en
el kilómetro 207 de la N-340
(A-45).
Carmela se manejo genial poniendo a prueba el Volvo XC90, y
de paso poniéndose a prueba a ella misma, mientras que yo atendía a los
movimientos del tráfico para facilitarle la conducción. Y es que una de las
cosas que hemos asumido tras comprar la Roller es que la manera de vehicular ha cambiado,
y por ello tenemos que adaptarnos a una nueva conducción, sin prisas,
disfrutando del viaje, conscientes de que movemos mas de diez metros de
vehículo articulado, y por ello es importantisimo una buena compenetración.
Sobre las siete y pocos minutos de la tarde llegábamos al
parking del camping, y como si fuésemos los amos del mismo, dejamos el “comboy”
atravesado en el parking. Al bajarnos dirección a la recepción volvimos la
mirada a la Roller
y luego mirándonos nosotros sostuvimos unas sonrisillas acompañadas de cosquilleo
en el estomago que expresaba la satisfacción de cumplir con nuestro primer
objetivo de la escapada. ¡Habíamos llegado sanos y salvos! Y sin ningún
incidente. Bueno el de la ventana, pero este suponía poca cosa.
Al entrar en la recepción nos saludó Juan, el segundo en el
escalafón de la jerarquía del camping, tras Bartolomé, el cácaro de todo, y por
encima de Miguel, el último en llegar. Tiempo nos faltó para confesar a Juan
que éramos noveles. Es decir que era nuestra primera salida. Tampoco creo que
Juan necesitase mucho para creernos, y quizás por ello se mostró de lo más
amable con nosotros, mostrándonos las parcelas disponibles primero, y
acompañándonos después hasta la que habíamos elegido. Nos ayudó a colocar la Roller en la parcela (433),
y mientras lo hacía no dudo en hacernos un tercer grado a cerca de la caravana,
incluso le pareció algo caro lo que habíamos pagado por ella, aunque al decirle
que la habíamos comprado en Sevilla consideró buena la compra. Tras ayudarnos,
empaparse de todo, y orientarnos de cara a posibles nuevas compras se marchó y
nos dejó a nuestro libre albedrío. Y justamente en ese momento entramos en el
mundo del caravaning de lleno. Colocamos las patas de la Roller , y tras un par de
escarceos creímos dejarla nivelada casi a la primera. ¡Uff! Falto poco, pero
los floripondios de las cortinillas de la puerta de entrada parecían gritarnos
silenciosamente, con su caída vertical ladeada un rotundo ¡No, esto no esta
nivelado! Al clavar nuestras miradas en dichos floripondios nos dimos cuenta,
pero directamente pasamos, nosotros ya estábamos a lo nuestro, colocando
chismes, sacando las mesas y hamacas, la caja de herramientas, la sombrilla de
playa. Carmela parecía poseída y mientras yo colocaba la rafia en el suelo de
la parcela, ella comenzó a "hacer sábado" con cubo y fregona en mano, luego
procedimos a darle a todas las llaves de la luz, a lo grifos, a encender la
hornilla del gas y la nevera, a subir los oscurecedores, y como no, a poner en
funcionamiento el aire acondicionado, aunque afuera hiciese una temperatura que
rondaba los veinte y poco grados y sin calor excesivo. ¡Madre mía que trajín!
Luego llegó el descanso del guerrero, eso que tantas veces
había leído en los blogs de viajes de caravanas. ¡Cervezón frio! Sentaditos en
las hamacas con la Voll-Dam
en la mano y mirando como dos gilipollas a la Roller , que en esos momentos nos parecía el
artilugio mejor diseñado del mundo, a pesar de que estuviésemos rodeados de
caravanas y autocaravanas de ensueño. A nosotros dos nos daba igual, es más no
veíamos mas allá de la parcela 433, y mientras nos regocijábamos con nuestra
magnifica casa rodante no dejábamos de ansiar que llegase el momento de la cena
para nuevamente enchufar la hornilla y volvernos a “guirrar” con ella, o de
que llegase la hora de acostarnos para por fin dormir en la cama.
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Nuestra parcela (433) |
Nuestra ubicación
La parcela 433 no está nada mal, es más, está genial.
Podríamos decir que nos encontramos en un lugar de paso, de pernoctación,
llamémoslo así. Aunque a nuestra derecha tenemos a un matrimonio británico de
jubilados que por lo que aparentan, tienen pinta de tener la caravana pinchada
todo el año. El avance, las flores, las bicicletas y sobre todo lo protegida
que tienen la caravana (de las grandes) así no lo hace pensar. Justamente
detrás, mas de lo mismo, aunque estos son daneses, y tienen pinchada una
caravana no muy vieja. Sin embargo en las parcelas que hay a nuestra izquierda
el día que llegamos no había nadie, pero sucesivamente fueron pernoctando
autocaravanas de alemanes franceses. Y un poco mas a izquierdas siguiendo por
el vial 4, en el que estamos nos encontramos con los servicios, siempre limpios
con duchas de agua caliente de grifos y no de pulsador (esto se agradece) y con
el bloque de lavaderos de ropa y de utensilios de cocina.
El camping es un autentico pueblecito a todo lujo de
retirados nórdicos, donde predominan los finlandeses y a los que hay que unir
daneses, algunos suecos e ingleses que espera el desembarco de islandeses.
¡Vamos una fiesta continua! Y digo los de retirados por dos motivos, uno por
aquello de que la mayoría de sus habitantes ya están retirados de sus labores
profesionales y por aquello de que un número importante de esa población han
elegido este lugar para pasar los últimos años de sus vidas bañados por las
maravillosas aguas del Mediterráneo y el deseado sol de Andalucía. Ah y por
supuesto animados por la sauna de la que dispone el camping, algo muy apreciado por esta gente.
Y con respecto al sol hay que verlos para saber lo que
significa el astro rey para ellos. Recuerdo la tarde del domingo veintisiete de
septiembre. Yo escribía sentadito junto a la Roller , mientras Carmela estaba en la playa,
entonces al sentir un repelús, decidí dejar la sombra y asomarme hasta la calle
(vial 4) para que los rayitos de sol que se colaban entre la arboleda me
aliviasen un poquito, al mirar a un lado y al otro simplemente "flipé". Aquello
era un alboroto silencioso, a mi izquierda y al fondo del vial 4 y justo en
frente de la esquina con los servicios un inglés descamisado y con gafas de sol
leía sentado en una hamaca un enorme periódico a pleno sol. A mi derecha un matrimonio
finlandés cuya humilde casa era una autocaravana Hymer montada en Mercedes
(¡poca cosa!), compartían el cacharrito de la sobremesa con otra pareja de
compatriotas, lógicamente bajo los rayos del sol. Y mas al fondo aún un, grupo
de finlandeses también con autocaravanas de última generación también hacían lo
propio.
Entonces decidí dar una vueltecita por el camping, o mejor
dicho por aquel trocito del nórdico en Fuengirola. Disfruto haciéndolo,
observando las caravanas y autocaravanas, el material de camping que llevan con
ellas, los truquillos que utilizan para estar como en casa, los toldos, los
jardines que tienen montados, las bicis, las protecciones, el cableado de las
parabólicas que dan señal a varias viviendas rodantes a la vez, la banderitas
de sus paises, etc… Pero a lo que iba, que cuando me pegué una vueltecita por
el camping, pude observar como casi la mayoría de la población del lugar,
tomaban su ración de sol de la tarde, algunos apenas se movían, cual auténticos
lagartos, otros simplemente dormían bajo los rayos del sol.
Romántica cena a la luz del sol.
Luego volví a mi parcela, me coloqué a la sombrita y
continué escribiendo y entonces comenzó otro de los grandes entretenimientos que ofrece el camping para los grandes observadores como es mi caso. Y es que a eso de las seis
y media mas o menos de la tarde, los que no han cenado ya, lo están haciendo y
los que no lo están haciendo están a punto de comenzar.
Tampoco es muy complicado saber en que momento están. Como digo, los que han terminado desfilan hacía el
modulo de servicios donde van a lavar los utensilios de la cena. Este momento es
de vital importancia para hacerse una idea de la media de edad de los
habitantes de la pequeña colonia nórdica. Los más jóvenes (entre sesenta y
pocos y sesenta y muchos) pasan andandito, con ritmo pausado ya que sus
barrigas llenas no les permiten meter mucha velocidad a sus cuerpos. Los de más
avanzada edad (entre sesenta y muchos y setenta y pocos) lo hacen con sus
bicicletas a las que les han incorporado unas cestas para llevar dichos
utensilios, y los más puretas (de setenta y poco al infinito) se desplazan
en unos carritos a motor para minusválidos con sus cestas, también,
incorporadas. En definitiva que Carmela (que en unos años cumplirá los
cuarenta) y yo (que en otros tantos llegaré a los cincuenta) éramos auténticos
babys entre tanto abuelete.
Tampoco era complicado adivinar quién estaba recién
terminado de cenar, el ruido de platos y cubiertos amontonándose en las famosas
cestas que llegaba desde los aledaños facilitaba la investigación. Este dato en
cualquier otro camping de costa es complicado de contrastar, pero el majestuoso
silencio del lugar ayudaba de forma definitiva. Es más, minutos después a estos
les tocaba desfilar hacía los servicios, normalmente hombres en los que de vez
en cuando se colaba alguna señora de sesenta, setenta o de infinita edad, liada
en su albornoz, y levantando la lívido entre sus paisanos. En mi caso y en
ningún momento se me disparó. También algún despistado pasaba con el casette del
wc portátil preparando el artilugio para la meadilla de la madrugada.
Después de cenar tienen un rato de esparcimiento, que en
algunas ocasiones consiste en una pequeña charlita con los vecinos, con tono
bajo, y en otros en sanear la parcela de hojas secas que debido a las fechas
que estamos van cayendo al suelo. Entonces se enfundan de unos palos con punta
redondeada y punzante, y sin agacharse empiezan a pinchar una hoja tras otra
rompiendo el armonioso silencio con unos crujidos alborotadores. Como en la
ocasión anterior en cualquier otro camping este ruido es casi imposible de
escuchar pero aquí te llega hasta el alma. Y una vez limpia la parcela y con la
colada también recogida se adentran en sus magníficas viviendas, apagan las
luces y solo con un hilito de luz proveniente de los últimos modelos de leds comienzan a
leer, a ojear el portátil o la tableta, o a ver la tele, para seguir la
actualidad de sus paises, gracias a las tremendas parabólicas de las que disponen. A esas alturas del día
el sol ya ha desaparecido del horizonte y prácticamente cuando ha caído la noche cada
mochuelo está en su olivo. Es como si temiesen perderse por el camping y se
quitan de en medio. También a esas horas Carmela ya ha vuelto de la playa, yo ya
estoy duchadito y nos preparamos a hacer la cena mientras nos tomamos un
aperitivo. Y claro por mucho que uno trate de no molestar y de integrase en los
horarios de esta gente, no hay manera. Es más cuando desde dentro de nuestra
maravillosa Roller Carmela comienza a cocinar unos filetitos de lomo, el aroma
a "carnaca a la plancha" que sale de la parcela 433 inunda el camping, menos mal
que los que no están durmiendo, están a punto. Luego y sentaditos en las
sillitas y con la “jateria” en la mesa de camping, botella de tinto incluida
comenzamos a comer bajo la luz de la luna, entonces nos sentimos los inquilinos del
poblado más felices del mundo.
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Playa de El Ejido |
Horarios europeos
Con respecto a la coincidencia de horarios para comer
observamos que solo teníamos un punto en común. Me explico. Cuando nosotros
desayunábamos a eso de las diez y algo de la mañana, ellos estaban cocinando el
almuerzo, cuando nosotros volvíamos de la playa para almorzar a eso de las tres
y algo, ellos estaban preparando sus guisos para la cena. Cuando nosotros nos
estábamos tomando un cacharrito de Larios con Tónica en la playa sobre las
siete de la tarde, ellos (ahora sí) también lo estaban haciendo en el camping.
Pero en su caso era el cacharrito de antes de acostarse. Luego cuando nosotros
cenábamos a eso de las diez y media o las once y después a eso de las doce aún
estábamos con el Larios de antes de acostarnos, con charlita buena, y bajita,
muy bajita, recordando anécdotas, imaginando planes, soñando despiertos, ellos
ya estaban fritos, o en su defecto se habían levantado para echar la meadilla
de media madrugada.
Pasada la medianoche nos tocaba a nosotros entrar a nuestros aposentos
para descansar o lo que encartara, pero antes y al subir a nuestra a humilde morada afinamos el olfato
para verificar que el olor a lomo a la plancha que horas antes inundaba la Roller y medio camping había desaparecido.
Y efectivamente, si algo bueno tiene una vivienda con ruedas de diez metros
cuadrados es que abriendo la ventana del salón y la de la cocina, la corriente
de aire elimina los malos olores en cuestión de minutos. Y claro después de
días tan intensos y cuando te ves acostadito en tu cama de dos diez de largo
por uno treinta de ancho, con todo cerradito menos la claraboya que te permite
ver el cielo, vuelves a tu mas lejana infancia cuando jugabas a las casitas, y
claro ya puesto, dejas de jugar a las casitas para jugar a los medicos… Eso sí, nosotros ni hemos recogido hojas, ni tan siquiera las toallas que siguen colgadas en el tendedero, es más la botella de tinto vacía, el cenicero encolillado y no se que cosa más quedan al amparo de la noche en nuestra parcela.
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La calle donde estuvimos alojados (Vial 4) |
Para colmo, eclipse.
Eso si, todo lo comentado antes, sino hay eclipse de luna, ya que entonces pones el despertador a las
cuatro y media de la mañana,y cuando suena el reloj y te despiertas,
durante unos segundo no sabes ni donde estás, luego te enfundas un pantalón
corto y una camiseta, abres la puerta de la Roller y pones pies en el suelo, pisando unas pocas de hojas secas y pensando: !A que despierto a los vecinos! Luego miras a tu
alrededor y ves como las hojas secas han tomado nuevamente las parcelas de los
puretas nórdicos. Y entonces te alegras pensando que ya tienen entretenimiento
para la tarde del dia siguiente. Como puedes y medio durmiendo miras al cielo
buscando la luna, pero la arboleda no deja ver nada, entonces comienzas a
caminar por el camping, todo esta en silencio (si a plena luz del día no se oye
nada, ni os cuento a las cuatro y media de la mañana) y cerca del ala de los
servicios una de las pocas tiendas de campaña canadienses que hay instaladas en
el camping, parecen tener vida propia y un baibén disimulado te hace pensar,
¡coño esos deben de ser españoles que están zumbando!
Sigo caminando y mirando al cielo y justo en el vial 6, y
tras levantar la cabeza puedo ver la luna. Ha perdido el resplandor que horas
antes casi no nos permitía mirarla fijamente, ahora esta oscura, rojiza, entre
tinieblas, me quedo embobado, tanto que durante unos minutos no soy capaz de
ver a los vecinos que a pocos metros de mi también observan la luna, callados.
Las mujeres abrigadas con sus albornoces, los hombres con sus batines. Todos en
silencio, y al verme un saludo callado lleno de complicidad ante lo que estamos
viendo, sirve como idioma universal entre gentes de lugares tan dispares como
los de ellos y el mío. Luego vuelvo a la tienda, (perdón eso era antes), vuelvo
a la Roller ,
entro despacito, a oscuras y tras cerrar
la puerta y meterme en la cama despacito, oigo la voz susurrante de mi Carmela medio
dormida que me dice: ¿Qué has visto? ¿está chulo, me levanto? Yo le contesto
con un beso y me acurruco en ella, y otra vez me siento el hombre más feliz del
mundo.
En la vuelta me tocó a mi conducir, ahora era yo el que se
tenía que probar conduciendo con la casa a cuestas, incorporándome a la A-45 , vehiculando por las
rotondas, pasando por los accesos a Málaga y todos los núcleos urbanos de la
costa, subiendo y bajando Las Pedrizas, tomando los desvios oportunos. Y la
cosa no fue mal.
Tranquilamente recogimos y enganchamos y sobre las ocho de la tarde del
lunes veintiocho comenzamos nuestro camino de vuelta. Sabíamos que más de la
mitad del mismo lo haríamos de noche, pero como conocemos bien la ruta no nos
importó, además la luna nos acompaño. También, los recuerdos de los tres días
pasados en el Camping de Fuengirola junto a la colonia nórdica que sabe
disfrutar quizás mucho mas que algunos de nosotros de nuestra tierra, de
nuestra alegría, de nuestro sol y de nuestras maravillosas costas. En
definitiva que nuestra primera experiencia “caravaning” resultó genial, y por
supuesto única. Y es que eso de dormir en tu casa y que tu jardín sea la
naturaleza es maravilloso.
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