Belfast es una de esas ciudades que marcan, al menos en mí
lo hizo. Y precisamente no fue porser extremada belle, ni por su calida
temperatura, ni quizás tampoco por la cercanía de sus gentes.
Belfast anda buscando aún ese justo momento en el que el péndulo se
detiene dando la tranquilidad y templanza a un dia a dia que está partido en
dos.
El muro de la paz, así lo llaman, separa a dos realidades, a
dos religiones, a dos modelos de enetender el pasado, el presente y el futuro.
Aún así, mi viaje a Belfast nunca caerá en el olvido.
Digamos que pude disfrutar de tres Belfast diferentes. La del centro de la
ciudad, con sus edificios señoriales, que giran en torno al ayuntamiento, con
sus institutos, librerias, bancos, museos, teatros, bares y pub ilustres,
míticos hoteles, catedrales, centros comerciales. Todo ello con ramificaciones
hacia la desembocadura del rio Lagan, donde todo lo referente al Titanic cobra
fuerza, o con los imponentes astilleros donde se contruyó el transalantico mas
famoso del mundo. Esta sin duda es la Belfast turistica, la que durante el día
quiere mostrar señas de normalidad y que durante la noche se transforma a ritmo
de ciudad europea cultural en un coqueto y divertido lugar para olvidar la
realidad.
Pero todo queda quebrado con los nombres de dos avenidas, Shankill Road y
Falls Road. La primera avenida al Oeste de la ciudad marca el territorio Protestante,
Unionista, Lealistas… o como lo queramos llamar, es decir la parte de la población
que quieren pertenecer al Reino Unido de Gran Bretaña. Y la segunda, representa
todo lo contrario. En ella y sus adelaños viven los Republicanos, o
Nacionalistas, cuyo objetivo único es formar parte de la Republica de Irlanda o
Eire.
Como digo dos Belfast distintas, simetricamente opustas, sin
duda conocer un poco más la historia de estas dos comunidades resultó ser el
motivo de mi viaje a Belfast, a las tres Belfast.
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