domingo, 5 de julio de 2015

Tres Belfast, 48 horas (IV)

Más intenso aún, sábado por la tarde

Por la tarde tocaba visitar Shankill Road, otro lugar lleno de horribles recuerdos, y que intenta recuerarse de las heridas vividas a golpes de normalidad. Pero yo preferí entrar a la avenida desde Cupar Way, calle donde está el muro. Para ello me dirigí hasta el International Wall en la avenida Divis St. Y es que un par de calles más adelante dirección Falls Road, se encuentra N Howard St, principio de Cupar Way donde digo que se encuentra el muro. Pero mi sorpresa fue ver como realmente el muro se alza cortando la calle. Entonces lo intenté por otra calle mas abajo, Conway St y nuevamente el muro cortaba la entrada a Cupar Way St. El silencio de la tarde, el cielo gris, y las miradas entre los visillos de una señora mayor desde el interior de la última casa junto al muro, dotaban al entorno de un punto particular.

Muro cortando el acceso a  Cupar Way desde Conway St
Volví sobre mis pasos y a la altura, otra vez de la esquina, del International Wall, me adentré por Northumberland St, ahora la verja del muro, que el dia anterior estaba cerrada a cal y canto, se encontraba abierta. Desde allí podía acceder a Shankill Road, pero antes debía de caminar por la mencionada Northumberland St. Se trata de una avenida ancha con apenas vivienda y muchos descampados. Otra vez el silencio, la avenida carente de peatones, y unas ráfagas de aire que me hacían tambalear, eran mis compañeros de camino hacía Shankill Road. Y entre tanto la St Luke´s Church of Ireland, una iglesia de arquitectura particular, casi en medio de la nada. Unos minutos más tarde entraba en Shankill Road, a la altura de The Shankill Womens Centre. El panorama con respecto a Falls Road era totalmente opuesto, como se podía esperar. Comencé a caminar y nunca olvidaré el zumbido de las ciento de banderitas britanicas que engalonaban la avenida. Como guilnaldas de feria y unidas por un grueso hilo que iba de farola en farola, reistían los envites de la fuerte ventolera dándole colores y sonidos diferentes al lugar. Un poquito después un mural en el que se podía leer: "Welcome the to Shankill Road", marca los limites, y un poco más adelante el monolito a los cinco fallecidos en el Bayardo Bar. Cuando una bomba con firma del IRA rebentó el local el 12 de Agosto del 75.


Shankill Road

Memoria a los caidos en el Bayardo Bar
La arquitectura britanica sigue presente, mientra que la mayoría de los comercios tienen su persianas bajadas hasta el mismo suelo. En mi caminar solo encuentro algunos lugareños bebiendo y fumando en la puerta de algún pub. La mayoría de ellos hébrios y sorprendidos por mi presencia en la casi deshabitada avenida. Sus miradas se fijan en mi e incluso alguno se dirige a mí con tono despectivo. También en mi caminar encuentro el The Royal Bar, o el Berlin Pub, dos lugares míticos de la zona, también la West Kirk Presbyterian Church, una iglesia reconvertida en espacio cúltural, o el Ulster Rangers Supporters Club, la sede de los seguidores del Galsgow Rangers. Los católicos son fans del otro club de Glasgow, concretamente del Celtics de Glasgow. Tras caminar un buen rato llegué a la Shankill Road Library, al Spectrum Centre, otro centro cultural. Antes de llegar al Woodbale Park, mi punto de retorno, también me topé con dos igleias más. Una más pequeñita como la Woodbale Methodist Church y otra más bonita y pomposa como la St. Matthew´s Paris Church. Y entre todo y Falls Road el muro infranqueable separando ambas avenidas. "El muro de la paz", así lo llaman. Tras un buen rato caminando llegué nuevamente a la confluencia con Northumberland St, y de allí a International Wall, allí me topaba con el comienzo del muro que aún a esas horas tenía las verjas abiertas para poder transitar de una avenida a otra. Las siete de la tarde es la hora en que la verja del muro queda cerrada. Por ello el dia anterior no pude pasar.
Atrás dejaba la otra avenida que había venido a visitar. En ella percibí un ambiente mas cerrado, mas hostil, quizás el hecho de visitarla en sábado por la tarde y encontrar los comercios cerrados, pudo causarme esa sensación. Pero algo se me quedaba en el tintero, y ese algo tenía nombre y apellido. Bombay St.
Mi intención era acceder hasta otra de las lamentablemente míticas calles de Falls Road, desde el final de Shankill Road, pero claro, eso era rizar el rizo. Cuando planeé mi viaje a golpe de cigarrillos en la mesa de la cocina de mi casa, con The Cure sonando y con el Google Maps, no podía imaginar las realidades del lugar. Y tras caminar un buen rato por Shankill Road, no me pareció buena idea llegar hasta el final de la avenida y adentrarme por callejuelas enrevesadas en las que perderme era lo más lógico. Así que decidí acceder a Bombay St, por Falls Road nuevamente. Lo hice llegando hasta confuencía con Clonard St, calle que tomé hasta el momansterio que lleva el mismo nombre. Entré para visitarlo y regocijarme con las vidrieras, los techos y el órgano de la iglesia y de paso descansar un ratito. Luego y tras caminar unos metros entré en Bombay St. El mero hecho de leer el cartel de la calle, me hizo recordar los incidentes del 69, cuando toda la calle fué incendiada por los lealistas. Lógicamente, en la misma calle hay un pequeño lugar abierto donde a modo de memoria están inscritos en el marmol negro los nombres de los republicanos caidos en aquellas fechas. Triste es comprobar como los patios de las casas que dan al muro, están totalemnte protegidos por rejas que más bien parecen jaulas. El motivo, evitar los cóctel molotov que de vez en cuando, todavian lanzan los lealistas desde la otra parte del muro.



Recuerdo a los caidos en Bombay St. Ver rejas en los patios
Con el cielo cerrado en un gris tristón caminé por la calle tranquilamente, continué paralelamente hasta una curvatura donde aparecia el muro e impedía continuar. Antes de llegar, un par de niños de apenas seis años, totalmente pelirrojos, jugaban con una pelota golpeando el muro. Ajenos, quizás a lo que tenían delante mostraban felicidad y al verme pasar se acercaron a mi, aconsejandome que no siguiese, que la calle se terminaba. Tan pronto como los niños se dirigieron a mi, un par de vecinos se asomaron rapidamente a la calle para controlar la situación. Yo simplemente saludé y continué con mi camino, despidiendome de los pequeños, que al decirles que era español, comenzaron a repetir como cacatuas, un imperfecto pero entendible. hola, hola, hola.
De allí salí caminando lentamente, mi destino era mi cuartel general. The Days Hotel Belfast City Centre. Mientras caminaba en mi mente se repetían los informativos en los que ee mostraban a las tropas britanicas cercando esas calles por las que yo paseaba. Divis St. Falls Road, Bombay St. O como los Republicanos sembraban de samgre y terror Shankill Road.

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