lunes, 3 de agosto de 2015

Por el Norte de España (VI). De Andorra al Cap de Creus

Domingo 12 Julio.
Andorra la Vella – Roses. (205 Km)

Nuestra visita a Andorra tocaba a su fin, ahora poníamos rumbo al Cap de Creus. Y tras desayunar, una vez más de forma genial, en el hotel y recoger los bártulos nos encaminamos a Roses, nuestro siguiente campamento base. Pero antes de comenzar el trayecto repostamos en una estación de servicio dentro del Principado, ya que el precio del litro de gasoil era considerablemente más barato que en la Península. Atrás dejábamos Andorra la Vella (42º30´18´´N/1º30´27´´E) (24.574 hab) con su calle longitudinal, que a la vez, es la carretera, que atraviesa el Principado hasta salir por Francia. Nosotros lo hicimos por el mismo camino por el que habíamos entrado apenas un par de días antes, pasando por el paso fronterizo, y la aduana de Sant Júlia de Loria. Donde un estúpido policía nacional pareció perdonarnos la vida, justamente al pasar la frontera. Estúpido y mal educado… Lástima, ya que no representando al grueso de los Policías Nacionales, entre los que tengo amigos, este personaje mancho la imagen de todo el cuerpo con su actitud chulesca y desvergonzada. En fin.. que pocos minutos después y   tras   transitar  nuevamente por territorio   español  (N-145),  entramos  en la Seu d´Urgell,(42º21´28´´N/1º27´43´´E) (12.336 hab) donde al amparo del Riu Valira y el Segre se erige la Catedral de Santa Maria d´Urgell, única íntegramente románica de toda Cataluña, y que data del siglo XII. Sin duda una de las grandes joyas de la arquitectura religiosa catalana. Durante unos minutos caminamos por sus alrededores, para luego entrar al templo y descansar un poquito mientras observábamos su austera belleza a la par que oíamos la homilía dominical.
Catedral románica de la Seu d´Urgell
Pero como nos quedaba mucho camino por andar hasta vernos en la costa de Girona, reanudamos la ruta a través de la N-260 que parece dividir dos comarcas míticas catalanas, la Cerdenya de El Cadí, dejando atrás el Art Urgell. La Cataluña profunda en estado puro, y así lo pudimos ir comprobando a la par que avanzábamos por el Parc Natural del Cadí-Moixeró. Otra vez carreteras serpenteantes entre valles y picos maravillosos. En Bellver de Cerdanya dejamos la N-260 para tomar la C-16 y atravesar las entrañas de los macizo del parque a través del mítico Túnel del Cadí. Pero lo bueno vendría después una vez abandonada dicha C-16 en Guardiola de Berguedá cuando enganchamos con la B-402. Y es que en realidad, más que una carretera, yo la definiría como una pista asfaltada, en la que difícilmente uno puede meter ni tan siquiera tercera. Poco a poco se va subiendo a través de una carretera escasa de visibilidad pero entre un entorno maravillosos y mágico, en el que apenas uno encuentra vehículos transitando. Tras unos pocos de kilómetros, en realidad no muchos, pero agotadores, llegamos a Ripoll .(42º12´02´´N/ 2º11´34´´E) (10.571 hab). La patria chica de mi compi Gemma, capital de la Comarca del Ripollés, y que parece dormir a los pies de la Vall de Nuria. Digamos que andábamos a mitad de camino de nuestra ruta, motivo por el que hicimos una incursión en Ripoll para descansar un ratito de tanta curva y belleza, y tomarnos un refrigerio. Casi del tirón dimos con la plaza del ayuntamiento, y con el orgullo de los ripolleses, el Monasterio Benedictino de Santa Maria de Ripoll, y es que muchísima historia tiene dicho templo. Fundado en el 880, ni más ni menos, por Wifredo el Velloso, fue posteriormente lugar de enterramiento de los Condes de Barcelona, también centro cultural muy importante en la Edad Media, además fue declarado Bien Cultural de Interés Nacional en 1.931. Sin duda una joya para los ripolleses y la comarca, que sorprende al viajero, aunque para sorprender, el Sij que se ataviado con la indumentaria típica de esta etnia, se tomaba un café en la plaza del ayuntamiento a más de treinta grados de temperatura.

Monasterio de Santa Maria de Ripoll
Nuevamente en ruta, y nuevamente por la N-260, ahora nuestro destino cobraba tintes de recomendación, y respondía a dos nombres. Castellfollit de la Roca, y Ca la Paula. El primero responde a uno de los pueblos más bonitos de Cataluña y el segundo al restaurante que nos recomendó mi compi para disfrutar de buenas viandas. Y sin duda las dos fueron un acierto, aunque cuando llegamos a Castellfollit de la Roca. (42º13´17´´N/ 233´03´´E) (1.013 hab), el panorama era desolador, y es que la tremenda calina seca que hacía, mantenía a los lugareños escondidos en sus viviendas, pero antes de visitar el pueblo decidimos comer. El almuerzo genial, así como el paseito por las calles y casas con fachadas de piedra del pueblo, del mirador y las vistas de la Comarca de la Garrotxa. Por cierto zona volcánica. En fin, todo un acierto visitar y almorzar en un pueblo pintoresco y muy bonito de la Catalunya profunda. 

Calles de Castellfullit de la Roca
Castelfollit de la Rocas a lo lejos.
Apenas  una  hora  después  y tras dejar  atrás  Figueres   Empuriabrava    entrabamos   en  Roses        (42º12´48´´N/ 3º10´30´´E) (19.600 hab). Estábamos en el famoso Cap de Creus, concretamente en el Alt Ampurdán con su inmensa llanura y por supuesto con el mar Mediterráneo dándonos la bienvenida. No costó mucho dar con el Hotel Thalassasport. Otra cosa fue entrar en el apartamento que nos tenían reservado, y es que a eso de las cinco de la tarde la recepción estaba cerrada y el edificio de apartamentos también. Tras encontrar un cartel en que nos mandaban al restaurante del hotel, a escasos metros de este, tampoco dimos con nadie que nos atendiese, y tras un rato trapicheando por allí, pudimos entablar conversación con unos chico alemanes que estaban en un apartamento aledaño al restaurante, pegándose un baño en la piscina. El chico llamó a la propietaria del hotel y pude hablar con ella por teléfono. A los quince minutos apareció Montse, la propietaria, señora de mediana edad, de buen porte y catalana hasta la medula, que pidiéndonos disculpas nos llevó hasta nuestro apartamento. La espera y desconcierto de minutos antes merecieron la pena. Pedazo de apartamento a escasos cien metros de la palya, con dos terrazas espectaculares, vistas al mar, y el bólido aparcado en la misma puerta. Al fin nos veíamos descansando, aunque el descanso duró poco, ya que el reclamo de la playa, nos hizo pegarnos el primer remojón minutos después. Concretamente en la Playa del Salatar, en plena Bahía de Roses, donde un agua limpia y nada fría nos sirvió de alivió a tanto kilómetro, curva y sobre todo calor, ya que el bochorno era importante.

Y tanto nos gustó la Playa de Salatar que tras dar un paseito ya con la noche encima, cenamos en un chiringuito (Xiri d´Akells) de madera y con música reggae de fondo, a escasos metros del mar que nos repuso a tanto trajín, dando casi por finalizado el día.

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