Domingo 12 Julio.
Andorra la Vella – Roses. (205 Km)
Nuestra visita a Andorra tocaba a su fin, ahora poníamos rumbo al
Cap de Creus. Y tras desayunar, una vez más de forma genial,
en el hotel y recoger los bártulos nos encaminamos a Roses, nuestro
siguiente campamento base. Pero antes de comenzar el trayecto
repostamos en una estación de servicio dentro del Principado, ya que
el precio del litro de gasoil era considerablemente más barato que
en la Península. Atrás dejábamos Andorra la Vella (42º30´18´´N/1º30´27´´E) (24.574 hab) con su calle longitudinal, que a la vez, es la
carretera, que atraviesa el Principado hasta salir por Francia.
Nosotros lo hicimos por el mismo camino por el que habíamos entrado
apenas un par de días antes, pasando por el paso fronterizo, y la
aduana de Sant Júlia de Loria. Donde un estúpido policía
nacional pareció perdonarnos la vida, justamente al pasar la
frontera. Estúpido y mal educado… Lástima, ya que no
representando al grueso de los Policías Nacionales, entre los que
tengo amigos, este personaje mancho la imagen de todo el cuerpo con
su actitud chulesca y desvergonzada. En fin.. que pocos minutos después y tras transitar nuevamente por territorio español (N-145), entramos en la Seu d´Urgell,(42º21´28´´N/1º27´43´´E) (12.336 hab) donde al amparo del Riu Valira y el Segre
se erige la Catedral de Santa Maria d´Urgell, única
íntegramente románica de toda Cataluña, y que data del siglo XII.
Sin duda una de las grandes joyas de la arquitectura religiosa
catalana. Durante unos minutos caminamos por sus alrededores, para
luego entrar al templo y descansar un poquito mientras observábamos
su austera belleza a la par que oíamos la homilía dominical.
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Catedral románica de la Seu d´Urgell |
Pero como nos quedaba mucho camino por andar hasta vernos en la costa
de Girona, reanudamos la ruta a través de la N-260 que parece
dividir dos comarcas míticas catalanas, la Cerdenya de El
Cadí, dejando atrás el Art Urgell. La Cataluña profunda
en estado puro, y así lo pudimos ir comprobando a la par que
avanzábamos por el Parc Natural del Cadí-Moixeró. Otra vez
carreteras serpenteantes entre valles y picos maravillosos. En
Bellver de Cerdanya dejamos la N-260 para tomar la C-16 y
atravesar las entrañas de los macizo del parque a través del mítico
Túnel del Cadí. Pero lo bueno vendría después una vez
abandonada dicha C-16 en Guardiola de Berguedá cuando
enganchamos con la B-402. Y es que en realidad, más que una
carretera, yo la definiría como una pista asfaltada, en la que
difícilmente uno puede meter ni tan siquiera tercera. Poco a poco se
va subiendo a través de una carretera escasa de visibilidad pero
entre un entorno maravillosos y mágico, en el que apenas uno
encuentra vehículos transitando. Tras unos pocos de kilómetros, en
realidad no muchos, pero agotadores, llegamos a Ripoll
.(42º12´02´´N/ 2º11´34´´E) (10.571 hab). La patria chica de mi compi Gemma, capital de la
Comarca del Ripollés, y que parece dormir a los pies de la
Vall de Nuria. Digamos que andábamos a mitad de camino de
nuestra ruta, motivo por el que hicimos una incursión en Ripoll para
descansar un ratito de tanta curva y belleza, y tomarnos un
refrigerio. Casi del tirón dimos con la plaza del ayuntamiento, y
con el orgullo de los ripolleses, el Monasterio Benedictino de Santa
Maria de Ripoll, y es que muchísima historia tiene dicho templo.
Fundado en el 880, ni más ni menos, por Wifredo el Velloso, fue
posteriormente lugar de enterramiento de los Condes de Barcelona,
también centro cultural muy importante en la Edad Media, además fue
declarado Bien Cultural de Interés Nacional en 1.931. Sin duda una
joya para los ripolleses y la comarca, que sorprende al viajero,
aunque para sorprender, el Sij que se ataviado con la indumentaria
típica de esta etnia, se tomaba un café en la plaza del
ayuntamiento a más de treinta grados de temperatura.
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Monasterio de Santa Maria de Ripoll |
Nuevamente en ruta, y nuevamente por la N-260, ahora nuestro destino
cobraba tintes de recomendación, y respondía a dos nombres.
Castellfollit de la Roca, y Ca la Paula. El primero
responde a uno de los pueblos más bonitos de Cataluña y el segundo
al restaurante que nos recomendó mi compi para disfrutar de buenas
viandas. Y sin duda las dos fueron un acierto, aunque cuando llegamos
a Castellfollit de la Roca. (42º13´17´´N/ 233´03´´E) (1.013 hab), el panorama era
desolador, y es que la tremenda calina seca que hacía, mantenía a
los lugareños escondidos en sus viviendas, pero antes de visitar el
pueblo decidimos comer. El almuerzo genial, así
como el paseito por las calles y casas con fachadas de piedra del
pueblo, del mirador y las vistas de la Comarca
de la Garrotxa. Por cierto zona
volcánica. En fin, todo un acierto visitar y almorzar en un pueblo
pintoresco y muy bonito de la Catalunya profunda.
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Calles de Castellfullit de la Roca |
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Castelfollit de la Rocas a lo lejos. |
Apenas una hora después y tras dejar atrás Figueres y
Empuriabrava entrabamos en Roses (42º12´48´´N/ 3º10´30´´E) (19.600 hab). Estábamos en el famoso Cap
de Creus, concretamente en el Alt
Ampurdán con su inmensa llanura y
por supuesto con el mar Mediterráneo dándonos la bienvenida. No
costó mucho dar con el Hotel Thalassasport. Otra cosa fue entrar en
el apartamento que nos tenían reservado, y es que a eso de las cinco
de la tarde la recepción estaba cerrada y el edificio de
apartamentos también. Tras encontrar un cartel en que nos mandaban
al restaurante del hotel, a escasos metros de este, tampoco dimos con
nadie que nos atendiese, y tras un rato trapicheando por allí,
pudimos entablar conversación con unos chico alemanes que estaban en
un apartamento aledaño al restaurante, pegándose un baño en la
piscina. El chico llamó a la propietaria del hotel y pude hablar con
ella por teléfono. A los quince minutos apareció Montse, la
propietaria, señora de mediana edad, de buen porte y catalana hasta
la medula, que pidiéndonos disculpas nos llevó hasta nuestro
apartamento. La espera y desconcierto de minutos antes merecieron la
pena. Pedazo de apartamento a escasos cien metros de la palya, con
dos terrazas espectaculares, vistas al mar, y el bólido aparcado en
la misma puerta. Al fin nos veíamos descansando, aunque el descanso
duró poco, ya que el reclamo de la playa, nos hizo pegarnos el
primer remojón minutos después. Concretamente en la Playa del
Salatar, en plena Bahía de Roses, donde un agua limpia y nada fría
nos sirvió de alivió a tanto kilómetro,
curva y sobre todo calor, ya que el bochorno era importante.
Y tanto nos gustó la Playa de Salatar que tras
dar un paseito ya con la noche encima, cenamos en un chiringuito
(Xiri d´Akells)
de madera y con música reggae
de fondo, a escasos metros del mar que nos repuso a tanto trajín,
dando casi por finalizado el día.
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