Lunes 13 Julio.
Roses.
Roses – Port de la
Selva (Ida y Vuelta, 39´4 Km).
Una vez situados en Roses, comenzaba nuestra
visita al Cap de Creus.
Se trata de un Parque Natural, situado en el punto más oriental de
la Península Ibérica, y al norte del Golfo
de Roses. Es un promontorio abrupto
y rocoso que guarda maravillosos lugares, alternando playas y calas
espectaculares con parajes montañosos de matorrales.
Nuestra primera ruta nos llevaría desde el sur
en Roses
hasta el Norte, concretamente al municipio del Port
de La Selva, apenas 20 kilómetros,
eso sí llenos, una vez más, de curvas por una carretera estrecha en
la que a veces, y cuando alguien viene de frente, piensas que no se
puede seguir avanzando. Para ello vehiculamos por la GI-614 hasta el
cruce de Cadaqués o el Port
y luego continuamos por la GI-613. Digamos que comenzamos a nivel del
mar, y terminamos nuevamente con el agua a los pies, pero entre tanto
hay que ascender para luego bajar. Eso hace que durante el recorrido
las vistas de Roses o el Port de la
Selva se sucedan haciendo del camino
una experiencia bonita y llena de color.
Unos cuarenta minutos después de dejar Roses
llegamos a nuestro destino, El Port
de la Selva, (42º20´15´´N/3º12´15´´E) (980 hab) se presenta como un pueblecito pesquero del Alt
Ampurdán, de arquitectura marinera
donde destaca sobre todo la Esglesia
de Santa Maria de Las Neus, también
cuenta con un pequeño pero coqueto puerto deportivo, y pasear por
sus callecitas resultó de los más placentero. También aprovechamos
para comprar algo de lectura, y útiles para la playa, (sombrilla,
paletas, etc), y antes de volver a Roses
tomar un refrigerio a pie de playa.
Otros cuarenta minutos más o menos necesitamos para volver hasta
nuestro hotel, para luego almorzar en el restaurante del mismo y
pegarnos una siestecita.
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En el Port de la Selva |
Lo de ver caer el sol en la playa nos gustó el
día anterior con lo que decidimos repetir, y dar la tarde bañándonos
y tomando el sol. Un sol que hacia dorada la fina arena del mar,
cuando las olas bañaban la orilla de una playa en la que se podía
avanzar hacia el interior sin temor a que nos tapase el agua.
Por la noche decidimos visitar Roses, ya que nosotros
estábamos alojados algo alejados del centro del pueblo. Recorrimos
el paseo marítimo hasta el centro apurando las últimas luces del
día que daban paso a la noche, y luego nos adentramos por las
callejuelas del casco viejo. Otra experiencia resultó ser caminar
por aquellas callecitas llenas de vida y comercios que casi hasta
media noche permanecían abiertos. El turismo francés es el
verdadero pulmón económico de la zona, y por ello campan a sus
anchas por Roses. Nosotros cenamos en la Marisquería la Gallega de
Roses, regentado por una cubana afincada en la zona. Comimos bien,
bebimos mejor y conseguimos información sobre calitas para visitar
al día siguiente, que nos facilito una de las camareras del local.
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Roses desde la Playa del Salatar |
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Atardecer en la Bahia de Roses |
Luego a la vuelta nuevamente caminando
comprobamos de primera mano la vida que tiene la pequeña localidad
de la costa gerundense, que en verano aumenta su población de forma
considerable.
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