lunes, 3 de agosto de 2015

Por el Norte de España (VII). Cap de Creus. De Roses a Port de la selva

Lunes 13 Julio.
Roses.

Roses – Port de la Selva (Ida y Vuelta, 39´4 Km).

Una vez situados en Roses, comenzaba nuestra visita al Cap de Creus. Se trata de un Parque Natural, situado en el punto más oriental de la Península Ibérica, y al norte del Golfo de Roses. Es un promontorio abrupto y rocoso que guarda maravillosos lugares, alternando playas y calas espectaculares con parajes montañosos de matorrales.
Nuestra primera ruta nos llevaría desde el sur en Roses hasta el Norte, concretamente al municipio del Port de La Selva, apenas 20 kilómetros, eso sí llenos, una vez más, de curvas por una carretera estrecha en la que a veces, y cuando alguien viene de frente, piensas que no se puede seguir avanzando. Para ello vehiculamos por la GI-614 hasta el cruce de Cadaqués o el Port y luego continuamos por la GI-613. Digamos que comenzamos a nivel del mar, y terminamos nuevamente con el agua a los pies, pero entre tanto hay que ascender para luego bajar. Eso hace que durante el recorrido las vistas de Roses o el Port de la Selva se sucedan haciendo del camino una experiencia bonita y llena de color.
Unos cuarenta minutos después de dejar Roses llegamos a nuestro destino, El Port de la Selva, (42º20´15´´N/3º12´15´´E) (980 hab) se presenta como un pueblecito pesquero del Alt Ampurdán, de arquitectura marinera donde destaca sobre todo la Esglesia de Santa Maria de Las Neus, también cuenta con un pequeño pero coqueto puerto deportivo, y pasear por sus callecitas resultó de los más placentero. También aprovechamos para comprar algo de lectura, y útiles para la playa, (sombrilla, paletas, etc), y antes de volver a Roses tomar un refrigerio a pie de playa.


En el Port de la Selva
Otros cuarenta minutos más o menos necesitamos para volver hasta nuestro hotel, para luego almorzar en el restaurante del mismo y pegarnos una siestecita.
Lo de ver caer el sol en la playa nos gustó el día anterior con lo que decidimos repetir, y dar la tarde bañándonos y tomando el sol. Un sol que hacia dorada la fina arena del mar, cuando las olas bañaban la orilla de una playa en la que se podía avanzar hacia el interior sin temor a que nos tapase el agua.

Por la noche decidimos visitar Roses, ya que nosotros estábamos alojados algo alejados del centro del pueblo. Recorrimos el paseo marítimo hasta el centro apurando las últimas luces del día que daban paso a la noche, y luego nos adentramos por las callejuelas del casco viejo. Otra experiencia resultó ser caminar por aquellas callecitas llenas de vida y comercios que casi hasta media noche permanecían abiertos. El turismo francés es el verdadero pulmón económico de la zona, y por ello campan a sus anchas por Roses. Nosotros cenamos en la Marisquería la Gallega de Roses, regentado por una cubana afincada en la zona. Comimos bien, bebimos mejor y conseguimos información sobre calitas para visitar al día siguiente, que nos facilito una de las camareras del local.

Roses desde la Playa del Salatar
Atardecer en la Bahia de Roses
Luego a la vuelta nuevamente caminando comprobamos de primera mano la vida que tiene la pequeña localidad de la costa gerundense, que en verano aumenta su población de forma considerable.

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