Rulando por el Norte de España.
Dia 9. (Jueves, 3/7/2014)
Reseva Integral de Muniellos (28 Km).
..Dia 9. (Jueves, 3/7/2014)
Reseva Integral de Muniellos (28 Km).
El
jueves arrancamos bien temprano y tras desayunar en Casa Mario, tomamos
dirección a Las Tablizas, punto de partida de nuestra ruta a pie por la Reserva
Integral de Muniellos.
A
las diez de la mañana, con nuestras mochilas en las que no faltaban un par de
bocatas de jamón, algo de fruta, cinco botellas de aguas pequeñas, nuestros
móviles y nuestros trajes de agua, y tras recibir las indicaciones de la guía
del centro de interpretación comenzamos nuestra ruta, que nos llevaría a lo
largo de seis horas y cuarenta minutos andando, a llegar hasta las lagunas y
volver, recorriendo un total de quince kilómetros. ¡Siiii!, seis horas y
cuarenta minutos por el único sendero que hay en la reserva, con sol, con
niebla, con lluvia, con mosquitos atacando mis tobillos.
Pisando
charcos, algún que otro arroyuelo, senda de tierra, de piedra, a veces llaneando y otras subiendo
pronunciadas pendientes que nos hicieron subir desde setecientos a mil
trescientos metros sobre el nivel del mar. Sufriendo mis rodillas hasta el
punto de no poder levantarlas durante gran parte del trayecto. Pero sin duda
todo ese esfuerzo mereció la pena. Y aún más hora, ahora y con la distancia del
tiempo como reposo.
Muniellos
es simplemente increíble, es un bosque encantado, donde afortunadamente el
hombre aún no ha podido hacer de las suyas.
El
rio Muniellos acompaña en gran parte el camino
haciéndolo espectacular, tanto como sus helechos, sus árboles milenarios
repletos de musgo verde que son los verdaderos amos y señores del lugar.
Pero conforme se va avanzando, el rio se va perdiendo
entre la vegetación y la senda se va
agarrando a al igual que nosotros a ella a un desnivel a veces doloroso de
sortear. Pero como digo el sufrimiento se mezcla con la sensación única de paz.
De sentirse minúsculo ante la barbaridad de la naturaleza aún salvaje. A veces
y ahora ya sin el rio cerca se puede oiì el trinar de los pajarillos que se
mezcla con el de nuestras pisadas en la senda. Otras veces las ráfagas de aire dotan al entorno de
un lugar casi fantasmagórico, imaginándose uno la tenebrosa noche por esos
lares.
Más
arriba y anunciando la presencia del lago (ahora caminamos en los mil
trescientos metros de altura) un valle maravillosos se abre ante nosotros.
Luego minutos después, el algo. Punto de llegada y de retorno para nosotros,
que renunciamos a continuar bordeando la reserva.
La
bajada sin duda se hace algo más cómoda, pero mis rodillas siguen sufriendo
tanto que Carmela agarra una rama verdosa de líquenes que a modo de bastón me
alivia en parte.
Seguimos bajando, buscando un lugar para comer a la vez que
disfrutando, como no lo hicimos antes, del entorno. Y el entorno simplemente…
es maravilloso. Poco después hacemos un alto para comer, y es ahí cuando
descansan mis rodillas pero comienza el ataque indiscriminado de mosquitos
hacia mis llamativos tobillos. Gran error el mío en colocarme unos calcetines
blancos que entre tanta vegetación eran un reclamo para los mosquitos.
Seguimos
bajando, atrás hemos dejado el complicado tramo de piedra caliza suelta que
invade la senda, ahora más conscientes del
privilegio que disfrutamos paramos aquí y allí.
Helechos,
cintas, árboles frondosos, el rio que nuevamente nos saluda. Mirar al cielo y
verlo se hace bastante complicado, ya que la frondosa vegetación de la arboleda
nos lo impide, pero un airecillo fresco que recorre nuestros empapados cuerpos
en sudor nos anuncia que el sol hace rato que dejo paso a las nubes. Y
acertadamente de vez en cuando no solo vemos los nubarrones sino que advertimos
entre el ruido de las aguas del rio el tronar de una tormenta que tenemos
encima.
Sabedores
de que aún quedan un par de horas para llegar hasta nuestro punto de partida nos
enfundamos en nuestros trajes de agua y continuamos caminado por la senda que
ahora nos muestra su llanura junto al rio.
Y
el agua que cae del cielo, dota de un colorido diferente a la misma ruta que
horas antes andábamos bajo los rayos del sol que haciendo un gran esfuerzo
entraban entre la trama de los arboles. La senda ahora empapada en agua,
comienza a recoger agua de las laderas que corre desbordada cuando uno menos lo
espera.
Ahora
y por momentos la senda parece un afluente del Muniellos, un afluente que no lo
abandona, que corre paralelo a él, haciendo nuestro transitar cada vez más
complicado. Pero nos da igual, bendita agua que nos ha mostrado el otro Muniellos,
el que impregna cada metro de vegetación de un colorido particular, jamás visto
por nuestros aventureros ojos.
Atrás
dejábamos el bosque encantado de Muniellos y antes de volver a nuestro
campamento base, hicimos una paradita en el Bar Juan Antonio, justamente en el
cruce de la AS-348 que nos traía de Las Tablizas con la AS-15, en la que se
encontraba también el cruce para subir hasta
Posada de Rengos. En La terraza del bar y bajo un sol que poco a poco se
fue escondiendo tras las montañas, compartimos charlita amena y balsámica, con
el propietario y un lugareño con pinta de chalado, sobre la vida por esas tierras.
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