domingo, 11 de enero de 2015

Asturias Mágica (IX). Reseva Integral de Muniellos

Rulando por el Norte de España.

Dia 9. (Jueves, 3/7/2014)
Reseva Integral de Muniellos (28 Km).
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El jueves arrancamos bien temprano y tras desayunar en Casa Mario, tomamos dirección a Las Tablizas, punto de partida de nuestra ruta a pie por la Reserva Integral de Muniellos.



A las diez de la mañana, con nuestras mochilas en las que no faltaban un par de bocatas de jamón, algo de fruta, cinco botellas de aguas pequeñas, nuestros móviles y nuestros trajes de agua, y tras recibir las indicaciones de la guía del centro de interpretación comenzamos nuestra ruta, que nos llevaría a lo largo de seis horas y cuarenta minutos andando, a llegar hasta las lagunas y volver, recorriendo un total de quince kilómetros. ¡Siiii!, seis horas y cuarenta minutos por el único sendero que hay en la reserva, con sol, con niebla, con lluvia, con mosquitos atacando mis tobillos.

Pisando charcos, algún que otro arroyuelo, senda de tierra,  de piedra, a veces llaneando y otras subiendo pronunciadas pendientes que nos hicieron subir desde setecientos a mil trescientos metros sobre el nivel del mar. Sufriendo mis rodillas hasta el punto de no poder levantarlas durante gran parte del trayecto. Pero sin duda todo ese esfuerzo mereció la pena. Y aún más hora, ahora y con la distancia del tiempo como reposo.



Muniellos es simplemente increíble, es un bosque encantado, donde afortunadamente el hombre aún no ha podido hacer de las suyas.

El rio Muniellos acompaña en gran parte el camino  haciéndolo espectacular, tanto como sus helechos, sus árboles milenarios repletos de musgo verde que son los verdaderos amos y señores del lugar.



Pero conforme se va avanzando, el rio se va perdiendo entre la vegetación y la senda  se va agarrando a al igual que nosotros a ella a un desnivel a veces doloroso de sortear. Pero como digo el sufrimiento se mezcla con la sensación única de paz. De sentirse minúsculo ante la barbaridad de la naturaleza aún salvaje. A veces y ahora ya sin el rio cerca se puede oiì el trinar de los pajarillos que se mezcla con el de nuestras pisadas en la senda. Otras  veces las ráfagas de aire dotan al entorno de un lugar casi fantasmagórico, imaginándose uno la tenebrosa noche por esos lares.



Más arriba y anunciando la presencia del lago (ahora caminamos en los mil trescientos metros de altura) un valle maravillosos se abre ante nosotros. Luego minutos después, el algo. Punto de llegada y de retorno para nosotros, que renunciamos a continuar bordeando la reserva.


La bajada sin duda se hace algo más cómoda, pero mis rodillas siguen sufriendo tanto que Carmela agarra una rama verdosa de líquenes que a modo de bastón me alivia en parte.



Seguimos bajando, buscando un lugar para comer a la vez que disfrutando, como no lo hicimos antes, del entorno. Y el entorno simplemente… es maravilloso. Poco después hacemos un alto para comer, y es ahí cuando descansan mis rodillas pero comienza el ataque indiscriminado de mosquitos hacia mis llamativos tobillos. Gran error el mío en colocarme unos calcetines blancos que entre tanta vegetación eran un reclamo para los mosquitos.



Seguimos bajando, atrás hemos dejado el complicado tramo de piedra caliza suelta que invade la senda, ahora más conscientes del  privilegio que disfrutamos paramos aquí y allí.
Helechos, cintas, árboles frondosos, el rio que nuevamente nos saluda. Mirar al cielo y verlo se hace bastante complicado, ya que la frondosa vegetación de la arboleda nos lo impide, pero un airecillo fresco que recorre nuestros empapados cuerpos en sudor nos anuncia que el sol hace rato que dejo paso a las nubes. Y acertadamente de vez en cuando no solo vemos los nubarrones sino que advertimos entre el ruido de las aguas del rio el tronar de una tormenta que tenemos encima.


 
 


Sabedores de que aún quedan un par de horas para llegar hasta nuestro punto de partida nos enfundamos en nuestros trajes de agua y continuamos caminado por la senda que ahora nos muestra su llanura junto al rio.
Y el agua que cae del cielo, dota de un colorido diferente a la misma ruta que horas antes andábamos bajo los rayos del sol que haciendo un gran esfuerzo entraban entre la trama de los arboles. La senda ahora empapada en agua, comienza a recoger agua de las laderas que corre desbordada cuando uno menos lo espera.

Ahora y por momentos la senda parece un afluente del Muniellos, un afluente que no lo abandona, que corre paralelo a él, haciendo nuestro transitar cada vez más complicado. Pero nos da igual, bendita agua que nos ha mostrado el otro Muniellos, el que impregna cada metro de vegetación de un colorido particular, jamás visto por nuestros aventureros ojos. 



 
Atrás dejábamos el bosque encantado de Muniellos y antes de volver a nuestro campamento base, hicimos una paradita en el Bar Juan Antonio, justamente en el cruce de la AS-348 que nos traía de Las Tablizas con la AS-15, en la que se encontraba también el cruce para subir hasta  Posada de Rengos. En La terraza del bar y bajo un sol que poco a poco se fue escondiendo tras las montañas, compartimos charlita amena y balsámica, con el propietario y un lugareño con pinta de chalado,  sobre la vida por esas tierras.




La cena la repetimos en L´artesana, nuevamente con una botella de tinto gallego como compañía, junto a los lugareños. Pero antes de ello disfrutamos del patio del encantador patio de Casa Mario.


Y como dato significativo decir que causaron baja en acto de servicio mis zapatillas de gore tex HI-TEC Waterproof que me han acompañado por lugares tan diferentes como Belgrado, Estambul, Amsterdam, el Pais Vasco o la India entre otro.


Como digo en Muniellos, concretamente en Posada de Rengos me despedí de ellas.
 










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